Yo me crié en Pontevedra en los años 80. Era una ciudad llena de yonquis y de coches. Recuerdo cuando acompañaba a mi padre, que tenía un restaurante, a hacer recados por la ciudad. Siempre me quedaba en el coche con el objetivo de si pasaban los guardias no nos multaran aunque nuestro coche molestara al tráfico.- Dejamos el coche en doble fila y tú vigilas- me decía siempre mi padre.
Pontevedra es una ciudad pequeña con una zona monumental (la zona vieja la llamamos) bastante grande para su tamaño. En la zona vieja las calles son estrechas y por ellas solamente había sitio para que pasaran los coches, muchos, muchos coches. Las personas pocas veces pasaban por ahí andando. Solamente cuando se salía de marcha. Era una zona en la que los peatones eran secundarios, no tenían espacio, no tenían preferencia…por lo que esta zona terminó llena de toxicómanos, escondidos por los pocos callejones que no pasaban coches.
Eran los 80 y los yonquis eran el paisaje habitual. Yonkis y coches son mis recuerdos de la ciudad en aquella época.
Desde pequeño me gustaba callejear, pero Pontevedra era una ciudad poco amable y era peligroso para un niño adentrarse por las calles peatonales.
¿Pero qué tiene que ver los yonquis con la movilidad? Te preguntarás. Pues mucho, los drogadictos habitualmente se quedaban en las zonas peatonales, porque eran zonas aisladas, que solamente eran transitadas por las pocas personas que vivían por esas calles, allí se pinchaban y robaban a los pocos que se atrevían a pasar.
La estructura demográfica de la pequeña ciudad está formada por 80.000 urbanitas y mucha gente de las afueras.
Las personas de los pueblos de al lado iban a todos los sitios en sus coches. Hacían sus recados en coche y volvían a sus casas en coche.
Las personas de la ciudad hacían lo mismo, a pesar de que Pontevedra es casi una miniatura de ciudad que puedes atravesar en unos 30 minutos a pie.
Yo también iba en coche con mi padre, aunque tardásemos menos a pie. Tengo que decir que en nuestro caso teníamos excusa, ya que mi padre tiene dificultades al andar desde hace muchos años. Pero no deja de ser eso, una excusa.
Con los años los yonquis fueron tristemente desapareciendo, llegó un alcalde “loco” y decidió peatonalizar toda la ciudad.
La gente se echó las manos a la cabeza. -Nadie va a veniŕ a Pontevedra-, -van a cerrar todos los negocios-, – las ambulancias y los bomberos no van a poder pasar por las calles-. Todo eran pegas, quejas y quejidos.
Con los años las calles se fueron llenando de peatones, y no eran todos habitantes de la ciudad, sino también la gente de los pueblos de alrededor. Incluso se empezaban a ver turistas maravillados por una zona monumental sin coches ni yonkis.
Ahora en Pontevedra todo es distinto. Las calles están llenas de gente, llueva o haga sol. Los niños y las niñas corren solos sin apenas vigilancia de sus mayores. Apenas hay atropellos. La gente saluda a sus vecinos, charlan en las plazas, compran en los comercios y disfrutan de las terrazas.
Estos cambios han tenido repercusión a nivel mundial. En Corea ha recibido un premio por su calidad urbana -Un paraíso para vivir- dicen desde The guardian, todos se asombran de la ciudad. Ha pasado de ser una pequeña ciudad llena de coches a un modelo de desarrollo urbano y sostenible.
La movilidad transforma la ciudad, cambia a las persona y la relación entre ellas.
Cuando se instauró el reino de los coches a principios del siglo pasado nadie se planteó el daño que haría, que nos cabrearíamos todas las mañanas en atascos de camino al trabajo, que habría millones de atropellados o que nos aislaríamos de nuestros vecinos encerrados en cubículos de chapa.
La última vez que estuve en Pontevedra quedé con mis amigos para tomar algo en la plaza de la Verdura. Vinieron andando, en bicis y patines con sus niños. Tranquilos y felices.

Sigue habiendo cosas que corregir. Seguramente no sea un modelo perfecto, habrá que integrar a las personas mayores, personas con problemas de movilidad y corregir fallos. Lo que está claro es que hay una mejora en la calidad de vida.
Ahora vivo en Madrid y comienza el proceso de expulsar a los coches del centro. Se vuelven a escuchar las mismas voces, las mismas razones. En Madrid se hace por necesidad. Se deben tomar medidas urgentes para poder respirar de una forma segura. A algunos no le parece razón suficiente, pero, como en Pontevedra, esas voces serán minoritarias y seguramente seguirán despotricando mientras pasean por una ciudad más humana.
