Psicoanálisis y Filosofía

El mundo de invierno de Ursula K. Le guin

Cristina Marquina Palacios Psicoanalista

Fantasía, Realidad y Utopía.

La imaginación es la principal facultad de la mente humana. La fantasía, la habilidad, el arte de usar y controlar la imaginación en narrativa es el mejor y el más feliz ejercicio en el uso de esa facultad, junto con la ciencia, que la usa para conectar hechos que parecen no relacionados (Anton, J., 2012).

Si contrastamos esta enunciación de Le Guin, autora de una miríada de mundos fantásticos, con la definición de D. Lagache (1965): “La fantasía (…) es una dimensión esencial y fundamental de la experiencia psicoanalítica, ya que es una dimensión esencial de la experiencia humana. Si el deseo no existe sin la fantasía, es principalmente la capacidad del hombre para la fantasía la que dota su deseo de amplitud de alcance y de su propia negación”, vemos una convergencia, en tanto la fantasía es una experiencia esencial del ser humano, convergencia que permite apreciar que la fantasía accede a cualquier lugar, siendo la narrativa uno de los espacios privilegiados donde desplegarse, y además que está atravesada por el deseo.

Y lo que ocurre si damos rienda suelta a nuestros deseos, y si damos alas a la imaginación, tal y como se pregunta K. Kumar (2007), es que arribamos al mundo de la utopía, siempre y cuando la imaginación sea controlada, como señala Ursula K. Le Guin. Lo que no significa que en la utopía todo esté permitido, la interminable felicidad supuesta de las mismas, no pertenece en realidad a su mundo, porque, en la tradición de Occidente, el concepto de utopía va de la mano de la realidad del momento, pretendiendo permanecer en el reino de lo posible, porque acepta las realidades sociológicas y psicológicas de la sociedad (K. Kumar, 2007: 66).

Nos encontramos con un doble aspecto, por un lado, “el reino de la utopía es vasto, pero a la vez tiene fronteras. La utopía, a pesar de que libera la imaginación, también establece ciertos límites, siendo esto, quizá, la fuente de su fascinación y su fortaleza” (2007: 71). Algo de la dinámica del aparato psíquico parece que queda también reflejado en este aspecto de la utopía, liberación y fronteras o intento de descarga de las excitaciones del inconsciente y la represión. Este doble aspecto me lleva a pensar en la relación que existe en psicoanálisis entre realidad y fantasía.

La fantasía, en psicoanálisis es un término ampliamente complejo; si nos atenemos a su descripción metapsicológica más completa, es un retoño del inconsciente, que posee una alta organización y que cualitativamente pertenecen al sistema preconsciente pero efectivamente al Inconsciente ya que es incapaz de conciencia por efecto de la represión, como señala Freud (1915) La represión… no impide a la representación del instinto perdurar en lo inconsciente, continuar organizándose, crear ramificaciones y establecer relaciones (O.C. II, 2055) y ahondando en las características de estos retoños y cómo se concreta la comunicación entre ambos sistemas, en Lo inconsciente (1915) establece: “Entre las ramificaciones de los impulsos inconscientes…, existen algunas que reúnen en sí las determinaciones más opuestas. Por un lado, presentan un alto grado de organización, se hallan exentas de contradicciones, han utilizado todas las adquisiciones del sistema Cc y apenas se diferencian de los productos de este sistema; pero, en cambio, son inconsciente e incapaces de conciencia. Pertenecen, pues, cualitativamente, al sistema Prec.; pero efectivamente, al Inc.” (O.C. II, 2075).

Tal sería entonces la relación entre realidad y fantasía destacada por D. Lagache (fantasía entendida tanto en su aspecto de actividad creadora como sus producciones, recogiendo nuevamente el término de Phantasie utilizado por Freud[2]) realidad y fantasía son correlativas, el que exista realidad permite distinguir la fantasía, pero a la vez, “Si no existieran la fantasía, la imaginación, el hombre quedaría apresado en el presente y en cosas; no habría realidad ni verdad, ni, incidentalmente, psicoanálisis” (1965).

La Ciencia ficción, terreno abonado para la utopía.

Señalábamos antes que la narración es el terreno privilegiado donde puede desarrollarse la utopía, es por ello que por definición es terreno de la ficción; ficción que al extender los límites de lo posible pertenece fundamentalmente al género de la ciencia ficción. Y esto por una razón, a juicio de Julián Díez “porque las herramientas de las que dispone la ciencia ficción son singularmente eficaces para ello: al tratar con materiales verosímiles, exige una suspensión de la credulidad menor al lector, que puede concentrarse más en los aspectos morales de lo narrado” (2007: 17).

La ciencia ficción ha tenido múltiples definiciones e intentos de conceptualización que han llegado complejizar su entendimiento. Para muchos teóricos Es … una sensibilidad, una tentativa por aunar en la creación, y conjugar mediante ella algunas de las obsesiones humanas: la nostalgia, la fantasía, el desconsuelo frente al desamparo que suponen las limitaciones de la razón y de la ciencia” (Peltzer, F., 1981: 70).

Si hay algo destacable que caracteriza la ciencia ficción es, a juicio de F. Moreno: “la inmensa amargura y la feroz crítica social y cultural, cuando no filosófica, inherente a la mayoría de sus grandes obras: Los desposeídos (Le Guin, 1974), Muero por dentro (Silverberg, 1972), Crash (Ballard, 1973), Campo de concentración (Disch, 1968), La tierra permanece (Stewart, 1949), Limbo (B. Wolfe, 1952), Ubik (Dick, 1969), Invernáculo (Aldiss, 1964), Dhalgren (Delany, 1975), Solaris (Lem, 1961), por citar algunas de diferentes autores” (2010: 105).

La relación con la realidad es un aspecto inherente a la misma, precisamente porque “La ciencia ficción pretende que el lector jamás olvide que todo lo desarrollado tiene que ver con la parte más cruda y profunda de la realidad.” La ciencia ficción es un tipo de literatura que “extrapola inquietudes culturales actuales hacia escenarios improbables, pero no imposibles, para (…) desarrollar de manera estética inquietudes éticas, psicológicas, sociales o metafísicas (Tirado 2004)” (2010: 118).

Siguiendo la clasificación realizada por F. Moreno (2010: 80-123), ubicaremos la ciencia ficción en la esfera de los géneros proyectivos junto a la literatura maravillosa y la literatura fantástica. La distinción que realiza este autor entre estos tres géneros vendrá establecida por las cláusulas ficcionales que el texto propone y que el lector acepta a través del pacto de ficción.

Tendríamos así “el contrato ficcional maravilloso acepta que en el argumento de la obra aparezcan sucesos sobrenaturales sin que dichos sucesos resulten traumáticos por su naturaleza ontológica para los personajes e incluso para el lector. Subgéneros clásicos de esta literatura maravillosa son el realismo mágico, con textos como Cien años de soledad, o la fantasía heroica, casi siempre representada por El señor de los anillos. (…). El contrato ficcional fantástico también acepta fenómenos sobrenaturales, pero la repentina aparición de dichos fenómenos resulta inconcebible ontológicamente para alguno de los personajes y, por lo general, para el lector, quienes sufren un trauma epistemológico acerca de la realidad. Julio Cortázar escribió numerosos relatos fantásticos y podríamos incluir también aquí ciertos relatos de Poe, Hoffmann, Maupassant y Stephen King, así como algunos de Borges. (…) El contrato ficcional de la ciencia ficción no acepta fenómenos sobrenaturales, por muy peregrina o difusa que sea la justificación científica o racional de los elementos no cotidianos que se planteen. Se trata quizás del género narrativo con mayor cantidad de subgéneros: utopías, distopías, ucronías, viajes en el tiempo…” (2010: 120-121).

La mano izquierda de la oscuridad.

Para Ursula K. Le Guin, toda ficción es metafórica, lo que diferencia a la ciencia ficción de las otras viejas formas de ficción es el uso de nuevas metáforas. Autora prolífica tanto en la narrativa fantástica como en la literatura de ciencia ficción, sus obras han sido denominadas como ciencia ficción antropológica. Dentro de su amplia producción me gustaría resaltar su novela La mano izquierda de la oscuridad (1969 [1980]) donde en palabras de A. Romar: “Lo científico y lo futurista son aquí meros motivos al servicio de una tesis, como lo son el amor y la muerte respecto a la idea de la otredad (2007: 38).

Escribiré mi informe como si contara una historia, pues me enseñaron siendo niño que la verdad nace de la imaginación” (Ursula K. Le Guin, 1980: 9).

Es el comienzo del maravilloso cometido que llevara a Genly Ai a recorrer el mundo de Gethen (o Invierno), en su condición de embajador de Ecumen, federación ideal de planetas humanos basada en el diálogo cultural y el intercambio de conocimientos, para intentar convencer a los guedenianos de que se unan a la federación. Invierno está habitado por seres andróginos, que se mantienen neutros excepto en sus épocas de reproducción (Kémmer), una sociedad en la que nunca ha habido guerras, pero regida por un código de honor e imagen pública altamente sofisticado (shifgredor). En su viaje conocerá a Estraven (del país de Karhide) con quien irá estableciendo una relación cada vez más próxima, un encuentro inicialmente plagado de prejuicios y malentendidos, que será clave para examinar los interrogantes de Ai sobre sí mismo y sobre el otro.

“Ai reflexiono y al cabo de un tiempo dijo: -los guedenianos son criaturas solitarias, y a la vez, nada las divide. Quizá tienen esa obsesión de la totalidad, como nosotros la obsesión del dualismo.

-nosotros somos también dualistas. La dualidad es inevitable ¿no? Mientras haya un mi mismo, y un otro.

– Yo y Tú- dijo Ai-. Al fin y al cabo, hay más distancia que entre los distintos sexos” (1980: 122).

La indefensión humana y la vivencia del otro.

¿Y cómo es la vivencia de ese Otro entendida desde psicoanálisis, esa alteridad que nos cuestiona de forma permanente? Para Freud, esta vivencia parte del desamparo primordial, de la indefensión inicial del ser humano.

Freud esboza cómo es esa experiencia del otro en el Proyecto de una psicología para neurólogos (1895 [1950]) En el marco del estudio de la vivencia de satisfacción, establece que el efecto continuado de los estímulos endógenos requiere de una acción específica para su descarga, acción que el organismo es incapaz de llevar a cabo por sí mismo. Esa inicial indefensión del sujeto humano, y la consecuente necesidad de auxilio externo determina la función de la comunicación con el prójimo: “El organismo humano es en principio, incapaz de llevar a cabo esta acción específica, realizándola por medio de la asistencia ajena, al llamar la atención de una persona experimentada sobre el estado en el que se encuentra el niño mediante la conducción de la descarga por la vía de la alteración interna [por ejemplo, mediante el llanto del niño, I]. Esta vía de descarga alcanza así la importantísima función secundaria de la comprensión [comunicación con el prójimo T], y la indefensión original del ser humano conviértese así en la fuente primordial de todas las motivaciones morales(O.C. I: 229).

Esta vivencia de satisfacción, la relajación de la tensión, establecerá una memoria donde quedan unidos el objeto de deseo y el movimiento reflejo, y estas huellas quedarán reactivadas cuando nuevamente surja un estado de urgencia o de deseo.

Posteriormente, Freud pasa a describir lo que sería la vivencia del dolor, para concluir que: “Del estado de deseo se sigue directamente una atracción hacia el objeto de deseo, respectivamente su huella mnémica; de la vivencia de dolor resulta una repulsión, una desinclinación a mantener investida la imagen mnémica hostil. Son estas la atracción de deseo primaria y la defensa primaria(O.C. vol I. Buenos Aires, Amorrortu ed.: 367).

Jaime Santamaría subraya que: “De este buen y mal encuentro quedan motivos compulsivos que sirven, (…) de marco o estructura de la relación del sujeto con lo real y, por esto mismo, con su verdad.” (2016: 233). Es decir, “la relación entre el mundo externo y un sujeto, en principio, se constituye como alucinación y defensa, en definitiva, como desengaño” (2016: 234). Por tanto, la construcción del otro se erige a partir de una división estructural.

Esta inicial vivencia de satisfacción conduce además a dos importantes funciones, “es el primitivo interés en establecer la situación de satisfacción el que lleva en un caso a la reflexión reproductiva y en el otro a la judicación, como medios para llegar, desde la situación perceptual dada en la realidad, a la situación que es deseada” (O.C. I: 240).

Pero en este recorrido de los estados desiderativos existe otra posibilidad, que el objeto presentado a la percepción sea un semejante: “Supongamos que el objeto presentado por la percepción sea similar al propio sujeto percipiente: que sea en efecto, un semejante (Nebenmensch). En tal caso, el interés teórico que se le dedica queda explicado también por el hecho de que un objeto semejante fue, al mismo tiempo, su primer objeto satisfaciente, su primer objeto hostil y también su única fuerza auxiliar. De ahí que sea en sus semejantes donde el ser humano aprende por primera vez a (re)conocer.de tal manera el complejo del semejante se divide en dos porciones, una de las cueles da la impresión de ser una estructura constante que persiste coherente como una cosa (Als Ding), mientras que la otra puede ser comprendida por medio de la actividad de la memoria, es decir, reducida a una información sobre el propio cuerpo del sujeto.” (O.C. I: 240).

La lectura que Lacan hace sobre este complejo del semejante le lleva a indicar que es el articulador de lo marginal y lo similar, la separación y la identidad. Es la primera aprehensión de la realidad por el sujeto. Es el primer objeto hostil y el primer objeto de auxilio. Y es el objeto que el sujeto ha de reencontrar.

“El Nebenmensch. Fórmula cabalmente asombrosa, en la medida en que articula poderosamente lo marginal y lo similar, la separación y la identidad. … El Ding es el elemento que es aislado en el origen por el sujeto, en su experiencia del Nebenmensch, como siendo por naturaleza extranjero, Fremde. El complejo del objeto está en dos partes, hay división, diferencia en el enfoque del juicio. Todo lo que en el objeto es cualidad, puede ser formulado como atributo, cae dentro de la carga del sistema psi y constituye las Vorstellungen primitivas alrededor de las cuales se jugara el destino de lo que está reglado según las leyes del Lust y del Unlust, del placer y del displacer, en lo que se puede llamar las informaciones primitivas del sujeto. Das Ding es algo totalmente diferente. …Esta es una división original de la experiencia de la realidad. La volvemos a encontrar en la Verneinung… volverán a encontrar con el mismo alcance, la misma función de aquello que, desde el interior del sujeto, resulta llevado en el origen a un primer exterior… El Ding como Fremde, extranjero e incluso hostil a veces, en todo caso como primer exterior, es aquello en torno a lo cual se organiza todo el andar del sujeto. Sin duda es un andar de control, de referencia ¿en relación a qué? – al mundo de sus deseos…

El mundo freudiano, es decir el de nuestra experiencia, entraña que ese objeto, Das Ding, en tanto que Otro absoluto del sujeto, es lo que se trata de volver a encontrar.” (J. Lacan, 1964: 67)

Vemos que para Lacan el Otro se constituye como una referencia para sus deseos, lo que hay que volver a encontrar es algo que ya se encuentra en el interior del propio sujeto como representación, y el juicio deberá señalar si puede ser reencontrado en la realidad. tal y como señala Freud en La Negación (1925):

“La otra de las decisiones de la función del juicio, la que recae sobre la existencia real de una cosa del mundo representada, es un interés del yo–realidad definitivo, que se desarrolla desde el yo–placer inicial (examen de realidad). Ahora ya no se trata de si algo percibido (una cosa del mundo) debe ser acogido o no en el interior del yo, sino de si algo presente como representación dentro del yo puede ser reencontrado también en la percepción (realidad)” (1925: 255).

Eros y Thanatos, el amor y la muerte, el dolor y el placer, el objeto hostil y el objeto auxiliador, en cualquier caso, como dice Ai, existe una dualidad (que nosotros entendemos estructural) pero en último término, “En Invierno …. Uno es respetado y juzgado sólo como ser humano. La experiencia es asombrosa.” (Le Guin, 1980: 90).

Fotografía de William Anthony

BIBLIOGRAFÍA

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[1] Cristina Marquina Palacios. Psicóloga Sanitaria Psicoanalista. Especialista en psicoterapia (EFPA)

[2] Diccionario de psicoanálisis de Laplanche, J. y Pontalis, J.B., Barcelona: Paidós, 1996: 139

Psicoanálisis y Filosofía

Cristina Marquina Palacios

Psicoanalista

Psicóloga Sanitaria. Psicoanalista. Especialista en psicoterapia (EFPA).Trabajo en el ámbito privado con adultos, niños y adolescentes.