Política y Social

Entrevista a Livonio Castro por Cristina Serrano

Cristina Serrano Escritora y librera

Me dicen que hable de “Movilidad” y me quedo quieta, me bloqueo. Hago un primer intento y escribo una especie de poema enumerando todas esas cosas que deseamos en movimiento. Nos asustan los ojos que no parpadean, el tiempo que no avanza, un corazón cuando se detiene. Me doy cuenta de que mi poema está repleto de “lugares comunes”, esos sitios que los buenos escritores no quieren pisar.

Opto por mover mis pies, paseo, y al regresar a mi cuarto, lo tengo claro. Conocí a Livonio porque me llamó para entrevistarme en una emisora de radio universitaria, “La Rara”, creo recordar. Fue una entrevista divertida. Hablamos de literatura, de inventar tu propia vida, de libros africanos. Livonio es de origen angoleño.

Me sorprendió encontrarme a un locutor sordociego. No me gustó que me sorprendiera, pero soy consciente de que muchos habrían dicho: “no puedo”.

Las mayores y peores barreras están en nuestra mente y al contrario de lo que pensamos, son fáciles de derribar.

Luego nos hicimos amigos. Más tarde Livonio fue alumno en un laboratorio de escritura y volvió a entrevistarme, esta vez para charlar de escritura, creatividad y también de música. Además es un lector con buen gusto y la última vez que le envié libros, hablamos y me contó que estaba a punto de salir para hacer el Camino de Santiago. Acaba de regresar y fascinada, ahora soy yo la que quiere entrevistarlo.

Buenos días, Livonio, decía Helen Keller: “la ceguera me separa de las cosas, la sordera me separa de las personas”, ¿te sientes identificado con esta frase?

Me  encanta  empezar  hablando  de  Helen  Keller,  una  mujer  sordociega  e  histórica activista y sindicalista del siglo XX. “Resolví que, independientemente del papel que desarrollase en esta vida, ese nunca sería el pasivo”. Es una de sus citas célebres y mi favorita. Creo que en la vida es importante preguntarse cómo queremos ser recordados. Helen se lo preguntó y decidió ser la mujer activa y luchadora que hoy rememoramos.

Hace un año empecé a ofrecerme para dar charlas sobre sordoceguera y desarrollo personal. En ellas comparto mi experiencia personal para dar a conocer la sordoceguera como  una  única  discapacidad con  dos  afecciones:  la  vista  y  el  oído.  Además  de compartir la misma discapacidad, me identifico con su espíritu enérgico y optimista. Y por eso me acompaña en cada charla. Aunque en todas se habla de inclusión, a menudo siento estar caminando en el desierto porque la mayoría de las organizaciones de colectivos de personas con discapacidad optan por posiciones conservadoras. Sin embargo, con Helen desaparece esa sensación de soledad y me doy cuenta de toda la gente que me apoya y me ayuda a seguir caminando.

Pero claro, Helen y yo somos dos personas ligadas a nuestros respectivos tiempos. Ella vivió entre 1880 y 1968. Todo lo que ha significado es porque nació y vivió en ese periodo histórico. En su época, aún no se entendía lasordoceguera como una única discapacidad. Ese reconocimiento, tan necesario por otro lado, es muy reciente. Un ejemplo es el Parlamento Europeo, que no la contempla como tal hasta el año 2004. Desde luego, es muy poco tiempo para dar a conocer una realidad tan extensa y compleja. Por eso, no me identifico con la frase por la que me preguntas, pero te lo agradezco porque así puedo seguir cumpliendo mi objetivo de dar a conocer la sordoceguera como una única discapacidad con dos afecciones: la vista y el oído.

Hablando de Helen Keller, no me resisto a recomendarte que veas «El milagro de Ana Sullivan». Es una película muy fiel a los hechos, lo que permite disfrutar de muchas emociones, además de conocer la infancia de una gran mujer y la importancia en su vida de Ana Sullivan. Y te recomiendo también “Prende la luz. Escritos de Helen Keller ante la ceguera social”. Es un currazo del Grupo de Investigación y Acción Helen Keller. Es una obra genial para conocer el significado histórico de esta gran mujer.

Acabas de regresar de hacer una parte del Camino de Santiago, ¿cómo ha ido?

Ha sido una experiencia maravillosa. Hay como diez caminos de Santiago reconocidos, hay también otras muchas señales repartidas por diferentes localidades de España. En esencia, el camino de Santiago consiste en salir desde la puerta de tu propia casa hasta llegar al lugar donde se supone que está enterrado nada menos que uno de los doce apóstoles de Jesús de Nazaret. Y para que la peregrinación sea válida, se debe llegar andando, en bicicleta, en caballo o en barco, nunca en vehículos motorizados.

Yo decidí hacer el camino francés. Este empieza en Saint Jean Pied de Port, al sur de Francia.  Son  unos  ochocientos  kilómetros  que  se  dividen  en  treinta  y  una  etapas. Además de la experiencia en sí de cruzar el norte de la península andando, me decanté por este camino por ser el que mejor señalizado está, por su importancia histórica y cultural y porque buscaba tiempo y espacio para reflexionar.

Encontré lo que estaba buscando. Descubrí ciudades y pueblos que me transmitieron sensaciones muy diferentes. Conocí a mucha gente de zonas muy diferentes. Descubrí una versión de mí mismo que me encanta, porque siempre está dispuesto a aprender y a crecer. En definitiva, una persona que siempre quiere caminar.

​ ¿Qué has aprendido en el viaje?

La tristeza me ha acompañado durante buena parte del presente año porque, bueno, vivir también es hacer frente a las decepciones. Con tantas frustraciones, daban ganas de encerrarse en casa. Pero de solo pensarlo me burlaba de mí mismo y pensaba en el camino de Santiago.

La vida del peregrino es muy simple. Como me dijo un compañero al salir de Roncesvalles dirección Zubiri: “La vida del peregrino es caminar, comer, cagar y dormir”. Con perdón por la referencia escatológica, caminar era el único objetivo. Alimentarse y dormir eran dos necesidades ineludibles. Todo lo demás, eran circunstancias que no duraban más tiempo del necesario.

En la sencillez encontré la ocasión para reflexionar sobre mis propias dependencias, mis inseguridades, mis miedos, mis zonas de confort. Reflexioné sobre qué es lo que no quiero, a quiénes prefiero lejos de mí. Recordé que mi sueño es ser periodista y escritor. Que me gusta cantar, tocar la guitarra, actuar, representar, contar. Era el momento de aprovechar el impulso y volver a mi senda.

Es larga la lista de todo lo que he aprendido, y todavía voy a necesitar tiempo para digerir y asimilar tantas lecciones de tantas direcciones y por tantas razones. Por cierto, el último libro que me enviaste, “Expedición Cabo Norte” de Anina Anyway, también me ofreció muchos conocimientos y consejos.

– ¿Has sentido miedo en algún momento?

Sí, claro. Es inevitable sentir miedo. Hablamos de estar un tiempo viviendo de una forma diferente, de salirse de la costumbre. Todo es nuevo, todo es distinto. Hay momentos en los que se vivía esa sensación de familiaridad, de estar en zona segura, pero era efímera, duraba lo que tardas en dar dos pasos.

En el camino me perdí, me hablaron de muy malas formas y he de reconocer que en algún momento me traicionó la ingenuidad. Recuerdo salir de Logroño y encontrarme con todos los fantasmas mentales que me perseguían desde que salí de Albacete. Ese día estaban furiosos conmigo mismo y fueron muy agresivos, muy violentos…

Los miedos, las inseguridades y la desconfianza son emociones muy humanas en una situación de incertidumbre. Creo que ante el peligro hace falta mantener la calma siempre y tratar de salir del lugar de peligro lo más pronto posible sin armar follón, y eso conseguí hacerlo cuando la aventura se complicaba.

​ ¿Recuerdas haber dicho alguna vez “no puedo”?

Bueno… En el camino se encuentran muchas adversidades. Las ampollas, los dolores musculares, el peso de la mochila, la incertidumbre de no saber dónde vas a dormir o qué vas a comer. Son momentos en los que el riesgo de decir “no puedo” aumenta y mucho. Claro que siempre hay soluciones. Por ejemplo, hubo un momento en el que las ampollas y las rozaduras me estaban machacando. Así que tuve que parar y tomar la decisión de seguir caminando en chanclas. Hubo un día en el que me lesioné. Me quedé en el primer albergue que encontré, tomé paracetamol, cené y dormí; al día siguiente como nuevo.

Creo que la gente en general prefiere tirar la toalla muy pronto y decir “no puedo” antes de preguntarse cómo superar el bache. Creo que se pierden esa sensación fantástica de decir: “lo he conseguido, lo he superado”, ese momento maravilloso en el que sientes que dejas atrás una parte de ti y descubres otra versión más fuerte y más cerca del objetivo. Si estamos aquí, es porque conseguí llegar a Santiago y doy las gracias a cada uno de los momentos vividos. Los buenos, los regulares y los malos, porque todos ellos me han hecho crecer.

– ¿Necesitas retarte?

Si dijera que sí, creo que exageraría, y si te dijera que no… también. Guardo cierto recelo a la idea de retarse porque enseguida me traslada la imagen de una persona que es capaz de hacerse daño o de hacer daño a otra persona por conseguir o no conseguir un objetivo. Soy curioso, me encanta vivir nuevas experiencias y aprender de ellas. Siempre quiero mejorar, crecer. Pero pienso que es sano reconocer que no somos superhéroes que todo lo consiguen sin apenas sudar.

Si por retarse pensamos en la necesidad de querer buscar y ofrecer siempre la mejor versión de uno mismo, entonces sí es una necesidad que me motiva para apostar por un buen desarrollo personal, profesional e intelectual. Si por retarse nos referimos a la necesidad de competir y tratar de posicionarse por encima de otros, pues mira, paso. Paso porque quiero disfrutar de la vida y todo lo que ella me ofrece y no encuentro otra manera que no sea tratar de compartir y transmitir alegría por cada día.

​ Yo pienso que cualquier persona puede hacer cualquier cosa si encuentra el “cómo”. ¿Qué piensas de esas personas que siempre encuentran excusas para no moverse?

Creo que en mayor o menor medida, todos somos esas personas. Todos encontramos excusas para no movernos. Creo que el miedo cunde muchísimo en nuestra sociedad y eso nos convierte en personas que apenas soportan el dolor. Nos sobreprotegemos, lo que nos limita a la hora de aprender nuevas experiencias.

Desde que tuve la inspiración hasta que empecé a hacer el Camino de Santiago, pasaron 16 años. Desde que empecé una carrera donde no era feliz hasta que decidí abandonarla pasaron siete años… Pienso en otros cambios recientes y en todas las dificultades encontradas para salir. La falta de apoyo, la desmotivación, el individualismo, el orgullo…

Vulgarmente hablando, tuvieron que sacudirme un par de buenas hostias para salir de la zonas de confort y empezar a cambiar el modo de vida en el que me había estancado. Con la ilusión de hacer el Camino de Santiago por fin, fueron llegando los consejos buenos, las nuevas oportunidades.

Creo que para moverse y empezar a hacer aquello con lo que de verdad te puedes sentir realizado e identificado, lo primero es cuestionarse todo. En ese momento, es necesario contar con buenos amigos que te cuiden y te apoyen de una manera u otra. También es importante tratar de ampliar tus círculos, buscar y desarrollar nuevas inquietudes hasta encontrar una buena marea para empezar un nuevo ciclo.

Claro que hay personas a las que les asusta cuestionarse a sí mismos, que les da apuro apoyarse en sus amigos desechan la idea de abrir nuevos círculos. Yo no puedo decirles nada porque es una cuestión personal y cada uno debe encontrar su momento. Lo que sí pido a la gente que antepone sus miedos cuando toman decisiones, es que por favor se alejen. Que se alejen porque se van a hacer daño y van a hacer daño a todo el que esté cerca y quiera ayudarles.

​ Cuéntame alguna anécdota que haya ocurrido en el Camino de Santiago

Hay muchas anécdotas que contar. Por ejemplo, la tarde que encontré un grupo de chicos y chicas muy jovencillos, pero con edades para beber. Me acerqué a ellos preguntando por dónde seguía el camino y una de ellas me respondió: ”Por ahí, ¿Oye, quieres comer paella con nosotros?”. En otro pueblo, pasé por delante de un garaje donde un grupo estaba conviviendo alrededor de una parrillada que olía muy bien. “Que aproveche”, les dije. Y me acabaron invitando a cenar con ellos.

Hay un momento muy especial por toda la gente buena que se junta. Llegué preguntando dónde podía acampar. Me invitaron a cenar con ellos, una de las hospitaleras celebraba su cumpleaños. Resultaron ser en su mayoría de La Mancha, de Ciudad Real, de Albacete y Guadalajara. Fue una noche maravillosa donde coincidí con un chico con el que había coincidido hacía muchos años en una charla sobre micromachismos. Había hecho muchas y muy buenas amistades en una noche.

Otra anécdota que me encanta, ocurrió en Pamplona. Estuve ahí dos noches, y en la segunda, me levantaron las voces de una pareja que se pusieron a discutir en medio del albergue cuando aún dormían los demás. No supe qué se estaban diciendo el uno al otro porque hablaban en inglés. Ella lanzaba con rabia sus pertenencias dentro de su mochila y él hacía aspavientos de un lado a otro. Después de maldecirlos por el susto, empecé a divagar sobre qué les pasaba entre ellos y di con una teoría para un relato. Ella quería romper  la  relación  y  para  suavizarlo,  decidió  hacer  el  camino.  Él  quería  salvar  la relación y decidió seguirla. Lo que presenciamos los demás peregrinos fue el inevitable desenlace.

​ ¿Regresas con nuevos amigos?

Conocí a mucha gente de lugares muy diferentes. Hice buenos amigos con los que después me volví a encontrar y con los que me encantaría volver. Me encanta observar aquello que nos hace diferentes y descubrí que muchas veces esas diferencias es lo que nos une. En el camino había mucha gente diferente con procedencias y circunstancias muy distintas, pero todos teníamos en común la transición. Queríamos dejar atrás un periodo y empezar otro. Ya fuera en el ámbito académico o laboral, en el ámbito sentimental… éramos personas buscando un cambio y nos encontrábamos en el momento exacto en el que necesitábamos apoyarnos en otras personas. Es una experiencia maravillosa por toda la riqueza que ofrece.

– ¿Te cuesta pedir ayuda?

No  me  cuesta  pedir  y  buscar  ayuda,  aunque  soy  consciente  de  las  dificultades. Reconocer nuestra vulnerabilidad se torna muy complicado en una sociedad donde siempre hay que parecer ser o estar como ni se es ni se está. Nos creemos que unos son superiores a otros, por lo que unos deben decidir sobre otros. Yo creo que no, que todos somos vulnerables y nos necesitamos los unos a los otros para vivir. Somos seres sociales y aunque es importante enriquecerse como individuos, no deberíamos hacer alegatos contra la sociedad y los grupos tan a la ligera. De lo contrario, ocurre lo que tantas veces vemos, que la mayoría de las relaciones interpersonales son violentas y posesivas.

​ ¿Crees que los políticos piensan en TODAS las personas al diseñar los lugares (universidad, estaciones de tren, parques…)?

Pienso que los políticos son en realidad el reflejo de la sociedad que representan. Es muy cómodo culparles de todo lo que no queremos ni nos gusta de nuestra sociedad y liberarnos así de nuestras responsabilidades. Se ha escrito y hablado mucho sobre la ceguera  social.  Pienso  otra  vez  en  Helen  Keller,  en  José  Saramago  o  José  Luis Sampedro. En Occidente en general y en Europa en particular, se ha instalado la idea del “no hay para todos”. En base a ese pensamiento, preferimos luchar los unos contra los otros. Se acentúan las diferencias, pero para dividirnos y separarnos. En lugar de construir un mundo mejor para todos, construimos un mundo para unos pocos privilegiados y donde una mayoría está a su servicio. Esta situación no es solo culpa de los políticos y otros tantos poderes, es culpa de todos nosotros y la pasividad con la que en general vivimos.

Creo que si queremos construir una sociedad inclusiva donde todas las personas puedan compartir los mismos lugares en igualdad de condiciones, es responsabilidad de todos nosotros. Es bueno y necesario pensar en el bienestar de uno mismo y en tus propios intereses, pero en lugar de creer que son otros los que nos quitan bienestar, debemos apoyarnos y encontrarnos los unos a los otros para construir espacios comunes para todos. Para ser más exactos, no basta con esperar a que sean los políticos quiénes piensen en la accesibilidad. Hay que acercarse a las comunidades de personas con discapacidad, dialogar, conversar, buscar acuerdos y entendimiento porque entre todos podemos construir un mundo mejor para todos.

Habrá quienes al leer estas palabras, piensen que estoy hablando de una utopía y enseguida vean lo difícil que es entendernos y comprendernos. Solo puedo decirles que si al leer esto, están dispuestos a esforzarse por entender a los demás y comprender lo que  están  sintiendo,  ya  estamos  un  poco  más  cerca  de  esa  utopía.  Si  en  cambio, prefieren esperar a que sean los demás a que cambien…

​ ¿Crees que tener más dinero te ayuda moverte mejor? ¿El dinero da la comodidad?

Creo  que  el  dinero  es  útil  y  necesario  porque  facilita  el intercambio  de  bienes  y servicios. Pero también pienso que el dinero nos deshumaniza. Hay quienes quieren más y más dinero, enriquecerse a toda costa, sin pensar en nada más que levantarse al día siguiente con más dinero. Estamos en una sociedad consumista y vacía.

No me gustan los discursos alarmistas y pesimistas porque en general consiguen el efecto contrario, pero lo cierto es que detrás de cada uno, de nuestros teléfonos móviles, hay una guerra muy ruda en el Congo. Estamos en una sociedad tan cómoda que ni nos interesa ver que detrás de los refugiados que vienen de Siria no hay terroristas, hay personas que huyen de una guerra relacionada con el petróleo que usamos mayormente para el coche o calentarnos en nuestras estufas.

Con dinero es mucho más fácil moverse. Comes mejor, duermes en mejores sitios y hasta encuentras muy buenos masajistas que en un “ay” te quitan todos los pesares del caminante. Ahora bien, ¿compensa esa vida cómoda? ¿Compensa tu bienestar el sufrimiento de los demás?

​ ¿Tienes algún nuevo proyecto en mente? Viajes, libros, radio…

Siempre tengo proyectos en mente. La verdad es que no lo puedo evitar. Mi principal objetivo ahora mismo se centra en mi nueva carrera, el Grado en Comunicación. Aparte de la ilusión de estar por fin estudiando aquello que de verdad me apasiona, me viene genial poder aplicar y practicar los conocimientos adquiridos en un proyecto de periodismo ciudadano que apenas está empezando y con el que vamos despacio. Por otro lado, tengo en mente también un proyecto de escritura creativa. La idea es tomar lo que he aprendido en los talleres para formar un grupo de escritura creativa asambleario y donde los participantes nos apoyemos los unos a los otros para crecer como escritores.

Quiero seguir dando charlas sobre sordoceguera y desarrollo personal. Me encantaría salir de Albacete y poder visitar otras ciudades, otras personas y contarles qué es la sordoceguera. Todavía tengo que reasentarme otra vez y reorganizarme, pero tengo en mente también un blog que se va a llamar “A sordociegas a Santiago. Nos sobran los motivos”. Me gustaría que fuera primero un blog donde cada semana publique lo que viví en cada una de las jornadas y después un libro donde no solo cuente mi camino, sino que también profundice más sobre los pormenores de la sordoceguera.

Como te decía, siempre tengo muchas ideas en la mente. Tengo la ilusión de poder hacer realidad mis sueños y no tengo prisa para que ocurran. Ha merecido la pena esperar 16 años para hacer el camino y estoy seguro que merecerá la pena esperar el tiempo necesario para que las cosas salgan bien y ofrezcan su mejor sabor.

Muchas gracias, Livonio, por compartir tu comienzo, con su final.

 

Política y Social

Cristina Serrano

Escritora y librera

Un cuarto propio está liderado por Cristina Serrano: escritora, librera, “organizanta” y coordinadora de laboratorios de escritura.