Política y Social

Entrevista a Lola Rodríguez Díaz, activista trans y estudiante de psicología

Marta Villarreal Psicóloga Psicoanalista

Sobre la transfobia que he vivido en relación a mi cuerpo, fue como un proceso. Empecé negando, discriminando, odiando mi cuerpo, en especial mi genitalidad; porque la asociaba a algo que venía del género, que para ser mujer tenía que tener vulva. Fue complicado empezar a romper con esa idea. Recuerdo que fue cuando empecé a madurar poco a poco,  conociendo más chicas trans que disfrutaban de su sexualidad con pene – obviamente siendo mujeres como cualquier otra-  como rompí esa idea. La genitalidad no tiene nada que ver con tu identidad, ni social ni sexual.

Lola Rodríguez – Foto © Alejandro Sosa

Esa disforia tan latente dejó de existir o, al menos, disminuyó. Nunca llegué del todo a aceptar o a disfrutar de mi cuerpo, tuve bastantes problemas a la hora del sexo. Nunca me exploré, nunca pude conseguir excitación genital, pero convivía con ello. Era parte de mí y siempre pensaba que más adelante podría operarme. No lo vivía como una tortura diaria de no poderme mirar al espejo. También vivía un poco de transfobia con mi cuerpo al compararme con otras chicas, a la hora de entablar relaciones sexuales con otras personas y, claro, me veía mil veces más inferior, menos deseable. Sentía que hasta que no tuviese una vulva no iba a estar aceptada dentro de la sociedad, ser deseada por los chicos o eso, poder ser una chica más, no sólo para mí sino para los demás. Fue una lucha a dos bandas, contra mi propia disforia y contra esos pensamientos de “no me van a aceptar” o “no me quieren” o directamente que no podía permitirme estar con ninguna persona porque esa persona no iba a tolerar estar con una chica que tuviera pene.

Todo esto se fue disipando, sobre todo, con mi primer novio a los 14 años en el instituto. Poder ver que, a otra persona, sobre todo a esa edad, le daba igual mi genitalidad y que me viera como una chica más con la que quería estar, me rompió todas esas ideas nocivas y tomaron fuerza otras. Desde ese momento no me permitía sentirme inferior por tener pene. Sabía que iba a ser diferente y que no todos los chicos iban a estar preparados para tener esa idea de la genitalidad, pero otros sí.

Al respecto de mis relaciones, únicamente por mi genitalidad, sentía que era inferior y me costaba. Me costaba también confiar en las personas nuevas que conocía. Cuando conocía a un chico no me abría para nada por el miedo al rechazo porque lo había sufrido muchas veces. Al principio le contaba a la gente que era trans y, la verdad, no lo recibían muy bien, sobre todo a la edad de los 12/13 años, con mis iguales. A lo mejor había un flirteo o algo al principio y al saber que era trans, me insultaban, me discriminaban… me convertí en una persona mucho más cautelosa y desconfiada. Actualmente no soy desconfiada, pero sí me protejo e intento relacionarme con personas que sé que si en algún momento les cuento que soy trans, van a reaccionar de una manera más positiva y de apoyo.

También mis relaciones fueron aumentando con los años. Cuando empecé mi proceso en el instituto, me veía sola en el recreo, en todas partes, porque era la incomprendida, la trans. No me aceptaban del todo mis compañeros. Sufrí bastante bullying a la hora, por ejemplo, de usar los baños. Me encerraban o me lanzaban cosas cuando caminaba por los pasillos. No querían aceptar que yo pudiese ser quien era. Poco a poco fue mejorando. Cada año que pasaba me aceptaban más y me veían como a una compañera más hasta que en  4º de la ESO muchos chicos que estaban en mi clase y que me habían insultado, me pidieron perdón queriendo que estuviera en sus vidas como amiga. Me pareció algo bastante positivo que una persona que discrimina a otra, pueda darse cuenta y quiera solucionarlo. Yo encantada. Nunca le he guardado rencor a nadie porque entiendo que la edad, el desconocimiento y demás crea ese tipo de reacciones.

Conseguí resolver los problemas con mi cuerpo a base de información, autoconciencia y conocer gente sin prejuicios. Algo que no dije antes con respecto a mi cuerpo es que, una vez que conseguí operarme, todo se evaporó. La inseguridad frente a los demás, en el sexo… me gusto mucho más, me atraigo a mí misma mucho más y lo que siento es mayor. Ahora por fin consigo sentir. Mis relaciones han mejorado. Fue complicado al principio, sinceramente no sabía cómo resolverlo.

Una manera de resolverlo era tratar con mucho respeto a esas personas que me discriminaban, tratar de no encerrarme en mí misma y no dejar de estar ahí -en los baños, en los pasillos-. Nunca me rendí. No dejé de hacer cosas por la discriminación, porque al final iba a ser yo la que perdía y no quería permitirle a nadie que me hiciera perder cosas.

Algunos momentos que me hayan hecho marca… diría que sobre todo esos primeros momentos en los que me encerraban en el baño, que me tiraban cosas, que me insultaban. También la relación con mi primer novio, que consiguió quitarme esas inseguridades y creencia sobre ser inferior por ser trans. Hay muchas marcas positivas: mi novio, mi operación, los carnavales…

Sobre los movimientos trans, sinceramente no sé cuántos ni cuáles hay. Lo que busco, por ejemplo, a nivel lingüístico es un verdadero conocimiento sobre cómo tratar la transexualidad. Primero que seamos personas, una persona trans, no el trans o la trans. Que nos traten con el género con el que queremos que nos traten. Si me llamo Lola me tienen que tratar como Lola, como ella, no “el trans”, como si fuese un chico. A nivel lingüístico una inclusión, también para las personas de género no binario, de género fluido etc.… que se les reconozca como elle. Tratar de utilizar un lenguaje inclusivo que no sea sólo masculino/femenino sino neutro. En cuanto al estilo de vida, sólo deseo ser una ciudadana más. Que me reconozcan como Lola, que pueda ir a la universidad, vivir en Madrid, poder viajar, poder tener amigos, hacer fiestas de cumpleaños… ser una más y punto. No quiero estar en la televisión y ser famosa, estar en la prostitución, ni llamar la atención, ni ser importante para la sociedad para algo.

Muchas de estas ideas las tienen varias asociaciones como Fundación Daniela. Buscamos una plena inclusión para las personas trans porque hay tantas, tantas personas trans que están incluidas en la sociedad pero que todavía tienen que luchar por el nivel legal del DNI, acceder a las hormonas, etc.… Es algo complicadísimo, sobre todo siendo menor, romper todo eso, que no tengamos que luchar tanto. Es nuestro derecho poder vivir como otras personas, sin tener una discriminación permanente. Sólo buscamos eso, que se nos reconozca y que tengamos las facilidades para cambiarnos el nombre, el sexo del DNI, acceder a la hormonación… sin tener que pasar por psiquiatras y psicólogos para que nos reconozcan. Ser reconocidos, aceptados e incluidos.

Durante mi proceso, lo que me dio fortaleza fue el acceso a la información y saber que había otras personas trans. Ver gente como Carla Antonelli, que luchó mediante una huelga de hambre para que se aceptara la ley trans -creo que fue en Madrid en el 2006-. Saber de movimientos que luchaban por nosotras -digo nosotras porque en lo que más me fijaba era en las mujeres trans-  empoderadas, incluidas y luchadoras,  fue lo que más fortaleza me dio. También conocer a otras personas trans, por ejemplo, aquí en la isla. Pensar lo afortunada que había sido con mis padres, haber podido estar en el instituto, haber podido ser quien yo era desde tan joven. Nadie me iba a “llevar” a ser un chico disfrazado, haciendo un papel que me creaba infelicidad. La estrategia que utilicé fue la autoconvicción: estoy aquí y voy a ser quien soy, estoy haciendo lo mejor, más valiente y más sano para mí. Como niño me sentía muy infeliz y sobre todo en la preadolescencia, toda la desesperación por no ser quien me sentía.

Mis padres siempre me dieron la posibilidad de hablar, de mostrar quien yo era y recibir una escucha, una ayuda y que todos estábamos en el mismo nivel. Nunca me sentí desplazada ni discriminada por mi familia. Al contrario, siempre estuvieron ahí, nos ayudaban a mi hermano y a mí en todo… estaban para cada momento, cuando llegaba llorando del instituto, para dar charlas en el instituto, para estar en una asociación LGTB, para luchar por los derechos de todo el mundo, para conseguir el DNI, etc. Creo que mi familia ha sido como las familias de los menores trans, que han escuchado y acompañado. Ahora todo sigue cambiando, mejorando.

Respecto a la respuesta social generada por el autobús de “Hazte Oír”, considero que ha sido bastante buena. Ese mensaje transfóbico generó una respuesta tan positiva, incluso en personas que no se habían planteado la transexualidad, que salieron a decir que no estaban de acuerdo con ese mensaje, fue increíble!. Me pareció una ayuda tremenda para todos/as nosotros/as. Ha aumentado el apoyo a las personas trans. El programa de televisión “El Intermedio”, sacó otro autobús, en general todos los medios apoyaron. Que se prohibiera el autobús en muchas comunidades… fue una respuesta potente, incluso de muchos políticos que consideraron multarlo y prohibirlo. Obviamente, también nos dolió mucho sobre todo por los menores trans, que son aún más vulnerables. Me pareció una campaña cruel.

Política y Social

Marta Villarreal

Psicóloga Psicoanalista

Psicóloga Psicoanalista. Licenciada en la Universidad Complutense de Madrid.

Miembro de la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas FEAP, miembro del grupo de interés de psicología de la Sociedad Española de Fertilidad SEF.
Directora del departamento de psicología del Instituto Madrileño de Fertilidad y Cofundadora de la Asociación Mujer & Madre Hoy.

Un pensamiento en “Entrevista a Lola Rodríguez Díaz, activista trans y estudiante de psicología

  1. Miro la foto, la remiro y sólo veo en ella a una guapa y atractiva chica. Negarle el derecho a ser lo que es, hubiera sido una injusticia sin perdón del dicen que todo misericordio Dios, del que por supuesto Lola es hija. ¡Por este mismo Dios en mayúscula, cuánta falsedad y maldad humana también en ésto! Digámosle a los de «Hazte Oír» que se lo hagan mirar, aunque no creo que psiquíatras y psicólogos puedan hacer algo por ellos. La elegante narración que Lola hace de su existencia aumenta mi estima hacia ella y, con ella, hacia cuantos comparten o han compartido la aventura de ser lo que en realidad son, bombres o mujeres, pero ante todo y sobre todo personas.

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