Coencuentros Movilidad
  • Ideario
  • Equipo
  • Eventos
  • Facebook
  • Instagram
  • Twitter

Entrevistas Migraciones

Personas que cambian de lugares, motivos, deseos, experiencias, movimientos, contrastes, culturas, individualidades, desplazamientos, diversidades, reubicaciones, relaciones, opiniones, proyecciones, diferencias, coencuentros.

Gracias por contarnos vuestra vivencia.

Darijana Rodríguez Milojevic, Damián Comas, Rebeca Lombardo, Margit Speling, Iñigo Salinero, Franklin Rojas-Suárez, Marianne Isabel Job, Juan Martín-Busutil, Zoe Heusser, Dafnis, Ludovica Zulli, Sabina Parra, Steve Kelly, Wang Zhuo, Osniel Madrazo, Daud Vale Fraga, La Grenouille, gracias por vuestro tiempo.

Pasen y lean

Darijana Rodríguez Milojevic

Darijana nos cuenta su experiencia con una reflexión:

Soy un eterna y feliz extranjera. Llevo once años viviendo en Madrid y es un lugar en el que me siento realmente a gusto; no sé si por el hecho de que he sido yo quien eligió este lugar para vivir o por la simple razón de que no me ha costado nada adaptarme a esta ciudad y su ritmo de vida. Puedo confesar que jamás me he sentido limitada en esta ciudad, ni aislada, ni extranjera, a pesar de ser muy consciente de que lo soy.

Cuando se me preguntó si estaba dispuesta a colaborar con esta revista, sobre fronteras, por una parte me emocionó la idea, y por la otra, me generó serias dudas sobre cuál podía  ser el enfoque desde el que poder esbozar –aunque fuera un poco–, mi visión acerca de este tema. Entre mucho cavilar llegué a dos puntos: el primero es que objetivamente hablando, las fronteras pueden ser físicas, es decir reales; son barreras que ponen ciertos límites geográficos en nuestras realidades. Mi segundo punto de vista es más bien subjetivo, puesto que considero la existencia de fronteras imaginarias, que son esas líneas limítrofes en nuestra existencia dentro de las cuales nos acorralamos por miedos o ideas preconcebidas de lo que podemos o no podemos ser o hacer. Cada persona es un mundo de experiencias que muestran nuestros límites o que pueden confluir creando nuevos cauces, pues la vida está hecha de fronteras y viajes, bien sean físicos, emocionales o existenciales.

Existen tres grandes marcas distintivas que tenemos destinadas en nuestra identidad desde el momento en que nacemos y que no podemos elegir: nuestros padres, el país en el que nacemos y la religión en la que nos desarrollaremos. Esas tres cosas con certeza no son opcionales.

¿Por qué señalo estos tres puntos? Porque ya antes de poder tener conciencia de nosotros mismos, los individuos ya tenemos señas en nuestras identidades que nos enmarcan como personas. Límites que a su vez son definiciones que pueden estar muy arraigadas o no en nuestro comportamiento. Los padres nos definen con su modo de educar, de arraigar costumbres en nuestras rutinas de infancia; los padres son los que nos enseñan lo que en teoría es bueno o malo para nosotros y luego todas esas enseñanzas pueden ser potenciadoras o limitantes en nuestras futuras interacciones humanas. El país en el que nacemos en teoría nos puede dar una libertad geográfica –según las libertades legales y culturales que ofrece como nación–, sin contar si nos da uno o varios idiomas, que serán la herramienta principal de comunicación de la que haremos uso para la interacción con nuestro entorno, y que con su juego verbal defina parte de nuestra identidad. Por último, la religión que nos toque, nos marcará  ciertos códigos éticos y morales que –dependiendo de qué tan inculcados los tenga el individuo–, les pueda afectar más o menos a la hora de compartir con sus prójimos. Hay religiones muy cerradas que no ven con agrado que sus seguidores se casen o incluso contacten con personas de otras creencias, razas y culturas. Estos tres factores: padres, país y fe, son algo que no se elige, aunque ya luego cada persona sea libre de decidir, si quiere mantener la marca de esos tres pilares en su forma de vivir y que siempre tendrán latentes dentro de sí –para bien o para mal. Al fin y al cabo, cada experiencia es individual y nos ofrece límites o nos muestra nuevos caminos; todo depende hacia donde se enfoque la experiencia.

En los años que he vivido en Madrid, frecuentemente me preguntan de dónde soy, y he ahí una de las verdaderas complicaciones que tengo para explicar qué son las fronteras para mí. Debo comenzar, con que soy de varias nacionalidades, puesto que mi padre es nacido en Venezuela (de padre español y madre venezolana) y que mi madre es de la ex Yugoslavia (de padres serbios).

Con frecuencia me dicen “Eres de donde naciste”, entonces me río y respondo: nací en Moscú, en la Unión Soviética. Lo que siempre resulta una curiosidad que desencadena otras preguntas: de dónde siento que soy, si hablo todos esos idiomas, y si me han afectado las diferencias culturales.

Me he mudado muchas veces –tal vez demasiadas–, todas por muy diferentes razones, y cada vez ha sido una experiencia que ha servido para nutrir mí tan mezclada identidad. Nací en un país que ya no existe; ser hija de extranjeros en la Unión Soviética automáticamente me hacía extranjera en el que era mi país natal. Crecí con una madre que me hablaba en un idioma, un padre que me hablaba en otro y entre ellos se comunicaban en un tercer idioma, debido a que tardaron unos cuantos años en aprender bien cada uno la lengua del otro, además de lo conveniente que resulta tener un tercer idioma cuando se quiere hablar en clave frente a los otros. Puedo decir que en todos los países he sido feliz –de una u otra forma–; he sido bien acogida, aunque en algunos me he sentido más extranjera que en otros. Considero que, en todo encuentro de culturas, siempre una de ellas va en detrimento de la otra, es decir siempre hay una cultura que avasalla a la otra. Y más aún, en ese encuentro, ambas culturas pierden, pierden ya que terminan integrándose en una nueva unidad de percepción de la realidad del sujeto afectado.

En lo personal, crecer entre países y culturas muy distintas me ha permitido generar una línea clara que divide con mayor o menor potencia mis límites y limitaciones con el entorno, dependiendo de si existe algún intercambio mental flexible entre el entorno en el que me encuentro y el nivel de identificación intelectual, emocional o existencial que pueda sentir con el ambiente.

En muchos casos de personas que he conocido provenientes de culturas mezcladas, he descubierto una gran avidez; un encantamiento; una valoración especial por lo ajeno (alter). Es la búsqueda de un perfil cultural que se aproxime al de ellos. Para las personas con un perfil similar al tuyo no eres raro, simplemente eres otro, eres normal. Suele ocurrirme que cuando alguien va a mi casa se encuentra con una serie de elementos combinados –objetos provenientes de distintas culturas, comidas, música, literatura–, no es una exhibición de lo exótico, sino de lo otro posible, de la mixtura que nos compone.

Como se me daba bien la intensidad de las contradicciones; de las mezclas culturales y de las tradiciones, se me ocurrió la brillante idea de casarme con un judío nacido en Venezuela de madre marroquí-española y padre español. Es decir, me casé con un extranjero no solo en su identidad nacional sino en su fe, ya que, aunque él no era muy practicante, respetaba ciertos matices de su tradición. Ahí me encontré con una nueva frontera en mi vida, la de la fe; ser diferente para los familiares más tradicionales de mi marido. Para ellos siempre seré una no judía, una goy. Y esa frontera tampoco me resulta un problema, comparto con ellos sus tradiciones, pero con la consciencia de que a algunos de ellos no les interesarán ni interactuarán con mis tradiciones y costumbres. Situaciones como esas me ayudaron a comprender que el conflicto no es mío, sino que la integración depende de cada individuo, no solo de la fe -que puede ser una limitante personal más- que depende de la permeabilidad de las fronteras culturales del otro frente a tus costumbres. Para una persona como yo, el hogar no tiene que ver con nacionalidades o religiones, el hogar es algo más íntimo que eso, es un espacio libre que acoge todo lo que me representa como persona y eso no depende del país en el que me encuentro. Soy una mujer de múltiples nacionalidades y tradiciones.

Los extranjeros representamos la alteridad; lo diferente a lo acostumbrado; lo extraño y lo común a la vez. Estás en un ambiente en el que no has sido educado y que por razones lógicas se pueden desconocer ciertas costumbres del lugar que a unos les gusta más que a otros.

Me he encontrado inmigrantes que tienen una relación simbiótica con su nuevo entorno, así como he conocido a los eternos nostálgicos, hijos de una sola cultura, refractarios a cualquier cosa diferente a su identidad, que se la pasan extrañando su tierra de origen y su pasado,  añorando el momento del retorno, de la partida; esos que nunca pararán de mudarse.

¿Qué persigo con todo esto? Expresar que uno de los puntos claves de la migración, la inmigración, el éxodo, como quieran llamarlo, es una de las manifestaciones más profundas, más genuinas y legítimas del humano, allí se prueba su naturaleza de existir en la causalidad y casualidad. La identidad no solo se define si eres de un lugar u otro. Es algo mucho más complejo porque con ella nos referimos al sentimiento de pertenencia, de identificación con algo que es parte de nosotros. De nuestra sola y única existencia.

Damián Comas

¿Cuál fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Si tuvieras miles de hectáreas frente a ti, repletas de selvas, playas, montañas, ciudades… ¿Te quedarías a cuidar de un solo árbol y un rinconcito? ¿O intentarías vivir y conocer todo el terreno?

Sin duda, yo he elegido lo segundo. Me parece lo apto para una búsqueda constante de aprendizaje y retroalimentación.

Creo que en el cambio de suelos hay turistas, viajeros y migrantes, y yo me considero al medio. No soy un migrante porque nunca he intentado pertenecer, adaptarme o instalarme del todo en otra sociedad. Tampoco soy un turista porque mi recorrido no es momentáneo, superficial y mucho menos, “guiado” por una agencia de viajes o aquellos libritos, mal llamados “guías”, que resaltan lo que otro “cree” que debes “conocer”.

Como viajero, nómada o errante intento vivir lo desconocido de una manera profunda y adentrarme en cada lugar sin una causa específica, hasta que su misterio o partes del mismo queden resueltas, sin fecha de entrada ni de salida.

¿Cómo lo viviste?

Desde muy niño soñé con irme lejos, hice varios viajes durante mi infancia entre Argentina, México y USA. Pero la primera vez que partí de verdad tenía quince años y me fui para realizar estudios de preparatoria en un colegio publico de USA. Después de eso, todo cambió y una vez que uno se va, ya no se puede volver a ser el mismo.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Siempre llego. Vivo en el presente. Pocas sensaciones me son tan agradables como no saber a dónde llego o voy, resolver la ecuación de los momentos de incertidumbre. Soy demasiado ubicado, tengo un buen mapa interior y mucha memoria visual, así que recorrer calles que desconozco me hace feliz, se cumple la curiosidad, y es una manera de forzarme a reconocer y observar con precisión. A diferencia de mi generación, intento no llevar mapa (Google Maps o Waze) a ningún lado y que la intuición me vaya abriendo camino, sorprenderme a mí mismo. Desde encontrar dónde dormiré esta noche, hasta mi nueva mi oficina: el café, biblioteca, parque, museo, templo o mi cuadra favorita… mi lugar de escritura.

¿De dónde te sientes?

Por ley soy mexicano y argentino, pero dudo mucho de “la legalidad”. El país que más quiero es indudablemente México, y por lo mismo es el lugar que más profundamente conozco y el que más me duele. Tuve un abuelo catalán que llegó de niño a la Argentina, como tantos europeos: huyendo de la guerra y de la pobreza. Una abuela que creemos de origen polaco o alemán que creció en un orfanato de la Argentina. Un abuelo desconocido y una abuela mexicana con apellido armenio. Mi padre llegó de Argentina a México como refugiado político y ahí conoció a mi madre, mexicana. ¿De dónde es uno entonces? La respuesta es muy incierta. Como dice la gente inteligente: todos somos un poco de todos lados y de ninguno.

México y Argentina son la mayor parte de mí, los países que más me han influenciado, son mi lengua materna, pero a mí no me gusta colocarme banderita alguna. La única seña que me pongo, cada tanto, es la de escritor, para que a otros les haga un poco de sentido mi vida y mi trabajo (aún así, no siempre lo logro). Pero a todos lados cargo con esos dos pasaportes, el argentino y mexicano, y los intercambio como un juego de cartas, dependiendo de la estancia permitida en cada país, y del mismo modo los pierdo intencionalmente cuando quiero quedarme más tiempo en algún sitio.

¿Has podido hacer algún lugar tuyo?

Sí, me hago de lugares. Como autor, las ciudades se vuelven musas y las recorro noche y día hasta descifrarlas. Camino mucho y amo las bicicletas. Casi siempre, me mudo a capitales y no paro de recorrerlas. Los lugares chicos me aburren pronto y yo necesito de mucha retroalimentación. No me gustan las ciudades lentas, ni poco serias o demasiado fiesteras. Soy muy disciplinado y los lugares en que más he disfrutado mi estancia son las ciudades silenciosas y organizadas en las que encuentro flujos de creación, motivaciones y espacios para pensar, como Tokio o Berlín, pero también algunas más pequeñas como Tánger o Edimburgo.

Por otro lado, amo Madrid, ahí tengo demasiada gente querida y, sin embargo, cada tarde unas cañitas, con uno o otra amiga… terminan en fiesta hasta las cuatro o cinco de la mañana, así que me alejo de la felicidad y el caos que me brindan socializar de más.

¿Te sientes en casa en algún sitio? 

Me siento en casa casi siempre. A veces pienso que todos de niños, o en algún momento, sentimos esa soledad de estar lejos. Yo no sé cómo sucedió en mí, pero un día esa soledad se convirtió en algo muy placentero. Nunca sé cuál será mi próxima cama, mi próxima habitación, mi próximo país. Tampoco planeo mucho, me dedico a lo que amo, el arte y la escritura, y dejo que la vida decida. A veces es una amistad o una invitación, un empleo o un proyecto artístico, un billete de avión muy económico o un error abismal (como no solicitar la visa de mi destino y que me nieguen el acceso; por ende: terminar viviendo en el país de al lado).

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

Todo nos alimenta. Si te quedas mucho en un mismo sitio terminas comiendo lo mismo todos los días. En Madrid, quieras o no, siempre terminas comiendo croquetas y bebiendo cañas, pero moverse es alimentarse de cosas distintas; de olores, colores, formas, historias, individuos, idiomas… Las memorias son demasiadas, pero casi siempre es el fervor de los pueblos lo que más me conmueve (para bien y para mal), por un arte, por un deporte, por la fiesta, por una religión…

¿Qué diferencias notas más y cuales menos?

Tristemente, lo que más une a los seres humanos es muchas veces lo negativo: la indiferencia, la pobreza, la ignorancia, el egoísmo, el racismo, la publicidad y el consumo desproporcionado que se han convertido en fenómenos mundiales. Esas falsas necesidades que hacen que un cubano te ofrezca a su novia, para acostarte con ella, y que él pueda comprarse unos tenis Nike (tal cuál me lo dijo un idiota habanero), o la que hace que un marroquí te persiga cuadras y te termine insultando, cuando no le das dinero ni le compras nada, o cuando terminas sentado con cinco obesos estadounidenses que miran football intercalando malteadas, cervezas, hamburguesas y frituras en exceso, y te preguntan si en México existen los escusados o si en Argentina se habla “Argentinian”.

¿Qué es lo que echas de menos?

Nada. La vida es presente y mi hogar soy yo; por eso es la gracia de transformar los instantes y el entorno.

¿Te has sentido acogido?

En general esa sensación la genera uno, no el afuera. Pero hay ciudades que me han dado un abrazo fraternal, con amistades hermosas y gente maravillosa. También hay ciudades que casi me han dado una patada en el culo, entre malas experiencias, escenas de violencia, robos y abusos de autoridad. Pero todo está en cómo lo interpreta uno. Aunque, indudablemente, hay lugares e individuos maravillosos en todos lados, y también hay suelos que inconscientemente están repletos de hostilidad, pero sería injusto descalificar a alguno de ellos desde mi experiencia.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

Me gusta volver a los sitios que he visitado. Las ciudades son seres vivos. En muchos casos, volver diez años después es hablar de otra ciudad. Ser un viajero y creer que conoces el mundo es completamente falso; si acaso, conoces parte de una esencia, porque algunos lugares mutan demasiado y si además uno cambia con el tiempo, la percepción es completamente distinta. Yo conocí el Bangkok del verano del 2016, el NY del 2001, la Patagonia del 2006, pero todo cambia y hoy esos lugares son otros sitios.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

No hay mucho por decir. Los seres humanos hacemos o nos comportamos hasta donde sabemos. Lo que haya hecho antes era lo mejor que podía para mis capacidades de entonces, lo que hago ahora es lo que mejor puedo y la manera más libre en la que entiendo vivir, mi manera de interpretar mi libertad; que en principio es siempre: un sentido absoluto de responsabilidad frente a mis ideas y mis actos.

¿Cómo lo logras? ¿Te cansas?

Sí me canso, pero más cansado me resultaría sentirme encadenado a un lugar. Y cuando he estado realmente perdido y en situaciones límite, me he ocupado en encontrar una solución.

Como me enseñó un gran amigo: nunca te “preocupes”, solo “ocúpate”. Bajo ese lema resuelvo mi vida a diario.

¿Es difícil tu forma de vivir? ¿Has querido cambiarla?

Esta libertad tiene precios muy altos. El primer costo es la soledad que a veces dura semanas o meses. El segundo es ir en contra de toda la obediencia y quietud que se espera de uno; el sistema está construido para los sedentarios. El tercero es la constate inestabilidad que va de lo simple a lo más complejo: en un mundo donde todo se globaliza es siempre discordante que las barreras fronterizas crecen, desde las normas y los muros hasta las ficticias independencias. A mi parecer, nadie tiene derecho a condenar a un individuo como ilegal.

La lista de los costos es muy larga, pero dado que respondo a estas preguntas para un público mayoritariamente español, aprovecho para decir que me sorprende ver, por toda Europa, que la gente no se da cuenta de que tienen un país profundamente rico e inmenso, y que costó un esfuerzo abismal contruirlo, y ese país se llama Europa. No se llama España, Italia ni Alemania. El joven europeo hoy es libre de vivir y trabajar en múltiples lenguas y culturas, por todo su país-continente y a todos los niveles. A diferencia de ello, un joven mexicano se juega la vida para cruzar una frontera y conseguir un sueldo minimamente más digno. Hay más de veinte mexicanos muertos al día en esa frontera-desierto entre Mexico y E.U. Un africano ni se diga de las complejidades que vive para buscar una mejor vida fuera de su tierra, pero el Europeo tiene esa inmensa ventaja de poder salir y vivir en donde encuentre las mejores oportunidades. Desafortunadamente, muchos jóvenes europeos esperan que la multinacional llegue a su pueblito de campo y traducida a su idioma de diez mil hablantes.

Como lo he dicho antes, la mayoría ama las cadenas, lo fácil y culpar a la realidad (a los otros, o a lo externo) de su insatisfacción; cuando al único que debemos culpar de lo que somos o no somos es a uno mismo.

Rebeca Lombardo

¿Cual fue el motivo o el detonante de tu cambio?

El principal motivo ha sido la conciliación familiar. Yo era maquilladora oficial de Lóreal, tenía muchísimo trabajo, mucho estrés, mucha exigencia… casi no podía pasar tiempo con mi hijo, mi pareja en ese momento no estaba trabajando y yo tenía demasiada presión.

El día que lloré viendo a una madre paseando tranquilamente con su niño por la calle pensé: “hasta aquí. Se acabó”.

Así que aposté por la familia y decidimos irnos a Reikiavik (Islandia) donde sabíamos que mi pareja en una semana estaba trabajando.

¿Como lo viviste?

Ahora mismo, según te lo estoy contando me di cuenta de que no lo viví. Tenía tal nivel de estrés que no estaba siendo consciente del cambio que estaba viviendo. Cerré Cibeles (semana de la moda) un 16 de septiembre y el 18 estaba montada en el avión, no sabía ni lo que había en las cajas. No cerré, no hice una despedida, fue todo muy rápido.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Cuando llegué necesitaba tanto parar que siento que llegué. Cuando bajé el ritmo y por fin empecé a ser consciente me di cuenta de que me había ido. Esa etapa fue muy dura.
¡No veía a gente por la calle! es un entorno mucho más tranquilo y solitario, porque la vida se hace en las casas, todo el mundo se traslada en coche. Además el volumen de población de toda Islandia es como el de una ciudad española media.

Así que pasé de la locura de Cibeles en Madrid a parar del todo. Tuve que remontar poco a poco, con mucho trabajo personal. Cuando te vas y empiezas de nuevo tienes que construir un “nuevo yo”. No tienes referentes ni nadie tiene referencias tuyas. De repente sales de tu zona de confort y como si un platillo volante te colocara, te encuentras en un sitio desconocido, con gente desconocida sin saber el idioma. Todo funciona con otro código, con otros patrones. Es un aprendizaje enorme, tienes que construir todo desde la base.

Llevo 3 años aquí, primero fue la aceptación del cambio y luego consciencia y adaptación. Es un cambio de esencia total y todavía estoy en ello, es un proceso…

Yo por ejemplo antes tenías ciertas etiquetas que he dejado atrás. Tuve que hacer un trabajo de ego y aprender a pedir ayuda. He tenido que reinventarme profesionalmente. Antes me consideraba demasiado autosuficiente, viniendo de donde vengo además. Antes sustentaba la familia y estoy aprendiendo otro código familiar. Estoy equilibrando el ying y el yang.

También cosas como una nueva forma de vestir, tal y como me vestía antes aquí me encuentro fuera de lugar, sin perder la identidad pero ahora me visto más cómoda. Antes era más imagen, me he deshecho de capas y tensiones…

¿Has podido hacer este lugar tuyo?

Sí, poco a poco. Me he ido haciendo mi círculo, mis rincones favoritos, sitios para tomarme un café…. cada vez lo siento más mío. Tiendes a relacionarte con hispanohablantes, pero no me gusta cuando despotrican de este lugar, yo prefiero integrarme.

Con los islandeses conecto pero no puedo llegar más allá, por el tema del idioma. Nos apreciamos sin hablarnos. Por otro lado aprendes a comunicarte de otra forma, aprendes a leer más a la gente, su corporalidad, la mirada, su energía… conectas y luego se va viendo. Cuando no puedes hablar desarrollas la intuición.

¿Te sientes en casa en algún sitio?

Ahora me siento en casa aquí. Me encanta España, pero me incomoda el ruido, necesito la tranquilidad que encuentro aquí. Somos animales de costumbres y nos hacemos a una rutina. De momento mi hogar lo siento en este sitio.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

¿Culturalmente? ¡Este es el verdadero Caribe! Todo se vive con mucha parsimonia y relax, nada de estrés, no pasa nada, no hay problema,…. pero a la vez son eficientes y trabajan con eficacia.

Nosotros los españoles tenemos mucho que aprender en cuanto a organización, por ejemplo respecto al horario de los trabajos. Ellos trabajan menos tiempo y con más tranquilidad pero cunde y es efectivo.

¿Qué diferencias notas más y cuales menos?

Aquí no se expresan los sentimientos y las emociones. No muestran los conflictos o los enfados, tienen palabras pero no se dice de frente que algo está mal.

Tampoco hay gente por la calle, no hay cultura de tomar algo por ahí, la gente sale de trabajar o del colegio y se va a casa, incluso en verano, así que no es por el frío.  Eso sí, se invitan mucho a las casas, a cenar o a tomar café, pero no hay vida de parque.

Otra diferencia es la vestimenta, antes estaba rodeada de imagen, en cambio aquí la ropa es muy cómoda, no llevan mucha porque es buena. Hay una forma tradicional de tejer la lana que es típica de aquí.

¿Qué es lo que echas de menos?

Echo de menos momentos. No cosas, sino vivir momentos. Ratos con mi sobrina, comidas familiares, cenas de amigas, paseos al sol…

También echo de menos tener la opción de pasar el fin de semana en otras casas como desahogo, ir al pueblo, cambiar de sitio… eso es algo que aquí no puedo hacer.

¿Te has sentido acogida?

Sentirse acogido depende de la perspectiva que tengas y de lo que uno ponga, recibes lo que das. No es cuestión de suerte, lo que transmites te llega. También puedes estar en tu ciudad y sentirte solo.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

De momento no me lo planteo.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

Que esté preparada, no para un cambio de país o de lugar, sino para un cambio profundo de estructura, un cambio de raíz. Que esté preparada para la soledad.

Margit Speling

* Margit es profesora de inglés y guía de tours turísticos 

¿Cual fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Mi motivo para trasladarme de país, es por razones personales: quería vivir en España.
En términos reales podría tener, por así decirlo, mejor vida en Seattle, la economía en EEUU es más fuerte que aquí, pero he venido porque quería vivir en España.

Entonces tengo una relación con la integración un poco distinta porque España era mi sueño de pequeña, veía películas de Almodóvar y pensaba: “That is my country!” (“¡Ese es mi país!”).

¿Como lo viviste?

¡Con mucha ilusión y mucha alegría! Hice un año de universidad en Granada, y quería volver. Vine de vacaciones a Madrid y descubrí que ¡dar clases de inglés era un trabajo! ¡que la gente me iba a pagar por hablar con ellos! y decidí “aquí voy a estar bien”.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Llegué. Pero también me fui, porque cada decisión significa que dejas una cosa al lado, entonces yo viví las dos cosas a la vez.

¿Has podido hacer este lugar tuyo?

Sí, y mucho. Me encanta Madrid, yo creo que al final mi gran amor ha sido esta ciudad.

¿Te sientes en casa en algún sitio?

Sí, aquí, muy en casa.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

Los primeros años llegaba o muy tarde o muy temprano a los sitios, no me ubiqué bien en a qué hora realmente tenía que llegar. Porque a veces la gente dice 8.80 y es 830, pero otras veces es 9 o 9:30 o “ya nos vemos”…. entonces pasé mucho tiempo desubicada al principio con las horas. Yo tampoco soy muy puntual, quizá cuando llegas a un sitio nuevo y quieres amigos nuevos estás muy pendiente de llegar a los sitios temprano. Los primeros años para las cenas siempre era la primera persona o para las fiestas siempre tenía que ayudar a montarlas (risas)

¿Qué diferencias notas más y cuáles menos?

Durante muchos años pensaba que no había diferencias culturales, luego me separé y empecé a pensar que quizá algunos de los problemas que tuve con mi ex-pareja estaban relacionados con diferencias culturales.

También creo que no se puede separar diferencias culturales de diferencias de idioma, y creo que siempre estás en desventaja cuando estás viviendo y comunicando en tu segundo idioma. Incluso aunque hable bien, no se puede minimizar la importancia del idioma, y no son  solo palabras, sino los significados y los dobles significados. La amplitud de tu personalidad en tu idioma y en otro idioma. Soy muy consciente de la importancia.

Por otro lado las diferencias culturales no son solo “en España se come a las 14:00 y en EEUU a las 12:00”, también son los conocimientos culturales que tenemos: las series que hemos visto de pequeñas, la música, la historia, la relación con la familia… son experiencias vividas distintas entre países, y eso afecta a tus relaciones con los demás y tu percepción de lo que realmente está pasando en situaciones.

Un ejemplo es el clásico “Hablamos”, porque en inglés: “we will talk” es que vamos a hablar. “Luego hablamos”, en inglés es “te llamo a las 19h” pero “luego hablamos” en español es “a lo mejor no te vuelvo a llamar en toda mi vida” (risas)

El idioma, con los años, cuanto mejores hablas, mejor te relaciones con la gente. También vas a una fiesta y conoces las canciones de Alaska. Al principio, y vuelvo a lo mismo, hay una separación entre tú y la gente que conoces, queremos participar y tener el mismo conocimiento, no lo tienes, entonces a lo largo de los años sabes más cosas.

¿Qué es lo que echas de menos?

Mi familia y mis amigos, personas, mis padres, mi hermano y mis amigos. Poder entrar en una tienda y comprar zapatos del 42. Y antes decía comida mexicana y asiática, pero eso ya lo tenemos solucionado, entonces ya estoy mucho más feliz con comida internacional aquí en Madrid.

¿Te has sentido acogida?

Sí, tuve mucha suerte al llegar que hice muy buenos amigos, sobre todo una amiga que me presentó a todos sus amigos. Yo también soy muy sociable.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

No sé, el futuro es muy largo, de momento estoy muy contenta aquí.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

Realmente todo lo que eres es la suma de todas las decisiones que has tomado a día de hoy, entonces solo le diría: vívelo y va mejorando todo, pero que hay que hacerlo, hay que vivirlo. Y no beber copas es muy buena idea. (thats silly, but I think its true 😉

Iñigo Salinero

*Iñigo es actor, cómico y un vasco que nunca ha salido de su pueblo pero que encontró su verdadero yo en su primer gran viaje.

¿Cuál fue el motivo o el detonante de tu cambio?

La invitación al Internacional Short Film Festival de Shenzhen. Creí que iba 15 días de vacaciones a China, pero todo cambió. Tuve una revelación: entro de cada vasco hay un chino luchando por salir.

¿Cómo lo viviste?

Íbamos a pagar una ronda y comenzó la típica discusión de ya pago yo. No, ya pago yo. ¿Qué pasa que mi dinero aquí no vale? En ese momento, uno de los amigos chinos zanjo la discusión con un seco: “Estás en mi pueblo así que guarda tú puto dinero” (traducción libre). Se me puso la piel de gallina. Exactamente igual que con mi cuadrilla.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Ni fui ni llegué. Me encontré.

¿De dónde te sientes?

No me siento, soy. Soy un vasco-chino de ojos no rasgados residente en Euskadi.

¿Has podido hacer este lugar tuyo?

¿No te estoy diciendo que nací aquí? Los chinos nacemos donde queremos.

¿Te sientes en casa en algún sitio?

Claro. Es lo que tiene la diáspora China. Como solemos decir: “dame arroz tres delicias y llámame tonto”.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

Ahora no distingo a los occidentales. Me parecen todos iguales. Con los ojos muy abiertos.

¿Qué diferencias notas más y cuáles menos?

En China hablaba más Euskera que aquí. No domino el idioma y en Euskadi me da corte. En China como no me entiende ni Buda me suelto más a hablar.

¿Qué es lo que echas de menos?

Comer con palillos. Estoy volviendo a comer con tenedor. Se me ha olvidado.

¿Te has sentido acogido?

Me he sentido más arropado que en una fiesta pijama.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

No vuelvo porqué estoy. Lo más probable es que China compre occidente. Veremos.

¿Qué le dirías a tú yo antes del cambio?

“Aprende chino mangarrán. Es el futuro”.

 

Franklin Rojas-Suárez

¿Cuál fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Hace más de tres años vine a España, pero la decisión de irme de Venezuela la había tomado hacía tres años antes. Aunque gozaba de una situación económica y profesional holgada (biólogo de la Universidad Central de Venezuela) es innegable que me afectaba la continua tensión política, el cinismo gubernamental, la creciente división social, la pobreza, el aumento exponencial de la delincuencia, la alta tasa de impunidad, la crisis del sistema de salud y el desabastecimiento de productos básicos.

Sin embargo, cuando decidí que no podía más, se debió más bien a mi incapacidad para acostumbrarse a todo esto y seguir viviendo tranquilo mientras decenas de personas son asesinadas a diario y la única respuesta por parte del gobierno, era el cinismo y la burla…

Aun así, me negaba a abandonar un país que valoro y al cual le dedique mi vida profesional, y mi primera opción fue comprar una casa en el casco histórico de Pampatar en la Isla de Margarita, un lugar de especial importancia para mí.

Mientras, la situación empeorando, no lograba obtener los permisos para restaurar la casa margariteña, y en medio de esto, me uní a una maravillosa persona que tenía dos hijos de sus relaciones anteriores. Mi madre había sido desahuciada y sufría de demencia senil, y mi partida no le causaría un dolor adicional. Cuando el hijo mayor de mi pareja salió del bachillerato, quisimos darle la oportunidad de hacer una carrera en un país estable, y escogimos venir a Barcelona…

En fin, más que un único motivo, fue la suma de mil situaciones país y personales lo que actuaron como el detonante del cambio.

¿Cómo lo viviste?

Al principio nos vinimos con un plan a corto plazo basado en desarrollar estudios superiores por parte de los tres miembros de la familia, pero con la intención de regresar a Venezuela cuando la situación mejorara. Por eso escogí un proyecto de doctorado (que al final no realice) en la Isla Margarita, lo que me permitiría visitar todos los años a Venezuela. La idea original siempre fue mantenernos muy cerca y eso suavizaba los primeros meses de exilio.

A grandes rasgos, nos vinimos en condiciones privilegiadas, ya contábamos con el apoyo de familiares, ahorros, y algunas becas, lo cual mitigo muchas penurias. Sin embargo, siempre hay un lado duro. En mi caso fue una depresión soterrada que me acompaña desde entonces, y que yo llamo “una felicidad sin alegría”.

Entre las más grandes tristezas estaban el aceptar y entender la lejanía de los seres queridos, incluyendo no poder estar presente durante el fallecimiento de mi madre o la muerte del hermano de mi pareja, así como también, un sentimiento de culpa por haber “abandonado el barco” sin haber luchado.

Sin embargo, gracias al apoyo de mi pareja, familia y amigos, he ido superando la depresión, lo que me permite disfrutar más la experiencia de vivir en España, siempre un poco empañada por las noticias que llegan desde Venezuela. Aún faltan un par de ajuste, pero allí vamos.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Aún hoy, siento que me fui. Recuerdo que en los primeros meses todos mis sueños se sucedían en Venezuela. Poco a poco fuimos llegando. Barcelona es una ciudad amable con una excelente calidad de vida, que nos brindaba cosas maravillosas que habíamos perdido allá, como por ejemplo, caminar por las calles a cualquier hora y sin miedos extremos.

Aunque cada vez el mayor la sensación que llegué, aún se mantiene y es mayor el sentimiento de haberme ido.

¿De dónde te sientes?

Siempre quise considerarme como un “ciudadano del mundo”. De hecho, uno de mis orgullos es conocer más de cincuenta países, en algunos de los cuales, tuve oportunidad de vivir por periodos cortos. Varios países suramericanos, como por ejemplo Ecuador, lo siento como propios.

Tampoco soy un venezolano “típico”,  y carezco de algunas de sus supuestas características básicas. Por ejemplo, soy un pésimo bailarín y en general tiendo a ser introvertido… A pesar de estos detalles, siempre me sentí muy venezolano.

Mi pasión y mi trabajo me permitieron recorrer y trabajar en todos los estados del país, incluyendo sitios maravillosos como la Isla Margarita, los Andes, el Archipiélago Los Roques o Canaima. Conviví y me enamore de la diversidad cultural, compartiendo con pescadores, campesinos e indígenas de diversas etnias.

No digo que Venezuela sea el país más bello del mundo, y aborrezco el chauvinismo, destacando que he encontrado belleza en todos los países que he visitado, pero, innegablemente, me siento venezolano y aún hoy es así.

Por otra parte, siempre he tenido una atracción especial por España, siendo un admirador de su maravillosa riqueza cultural y arquitectura, por lo que la había escogido como un sitio frecuente de vacaciones. De hecho, fue fácil optar por España como país de adopción y me identifico con muchas de sus costumbres y maneras.

¿Has podido hacer este lugar tuyo?

En gran parte sí. Como enamorado perdido de Barcelona, la conozco con especial detalle. Cuando llegamos, nos propusimos recorrer Cataluña y así lo hicimos, aumentando el amor por esta tierra, su gente y su valioso patrimonio. En estos planes también hemos recorrido otras regiones de España.

Aquí hemos encontrado nuevos afectos que nos han ayudado a hacer nuestro este país, y contamos con amistades entrañables, tanto españoles como venezolanos que comparten nuestro exilio.

¿Te sientes en casa en algún sitio?

Mi casa está en Barcelona y aquí me siento en mi hogar, junto a mi pareja y los recuerdos que trajimos con nosotros. Por otra parte, vengo de una familia grande de doce hermanos y casi 30 sobrinos, que “gracias” a la situación actual de Venezuela, ahora se distribuyen por muchas partes del mundo: Nueva York, Miami, Panamá, Buenos Aires, Madrid, por solo mencionar algunos de estos nuevos hogares. En donde están ellos yo me siento en casa porque tengo un techo donde llegar y familia que me ama y me guía en ese lugar.

Además tengo una familia escogida formada por amigos imprescindibles. De ambas familias aún quedan muchos en Venezuela, y por eso Venezuela también sigue siendo mi casa.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

He sufrido pocos impactos culturales. Hago lo posible por respetar las costumbres locales y adaptarme a ellas. Adicionalmente me siento cercano a España, país que por algo llamamos la “madre patria” y con quienes compartimos muchas costumbres, y en especial, el idioma. Quizás me gustaría tener mayor fluidez en catalán, idioma que me gusta mucho y entiendo bien, pero que no he tenido el tiempo de estudiar formalmente.

¿Qué diferencias notas más y cuáles menos?

Vengo de un país caribeño donde la gente tiende a ser muy abierta y cálida, mientras que el español es un poco más reservado (con sus variantes regionales). La comida es parecida a grandes rasgos, con la diferencia de la ausencia de los elementos de origen indígena como la arepa o el casabe. Hay variaciones en el uso del lenguaje pero son menores y muy fáciles de superar.

¿Qué es lo que echas de menos?

Esta es una pregunta fácil. Lo que echo de menos es el clima tropical (sol y luz), y su maravillosa consecuencia: la diversidad, abundancia y colorido de su naturaleza.

¿Te has sentido acogido?

Me he sentido acogido. Hemos tenido muchas muestras de apoyo y amistad. El sistema de migración es funcional y destaco la amabilidad con que he sido atendido. El sistema de salud es muy bueno y eficiente, y constituye una de las principales ganancias al haber salido de mi país natal.

Es un gran lugar para emprender, aunque quizás un poco más difícil para encontrar trabajo, lo cual se entiende por la crisis económica y el desempleo.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

Quiero volver a Venezuela todas las veces que pueda. Sin embargo, mi plan actual es continuar en España y optar a la nacionalidad española (actualmente ni estatus es de Residente).

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

Vente. Sal de Venezuela. Síguela amando pero no te hundas con el barco. Hay muchos países maravillosos en el mundo que están dispuestos a dar la bienvenida a gente de bien. Prepárate, porque será duro, por más facilidades que tengas… Toca trabajar con mucha energía aun estando deprimido, pero el resultado final lo vale… Suerte…

Marianne Isabel Job

*Marianne es empresaria: Carmencita Bar, La Gringa y Bodegas Rivas

¿Cual fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Tengo nacionalidad americana, suiza y española, y he vivido en Arizona, California y en Madrid. Hasta los 26 años viví en EEUU y pasaba los veranos en León, porque tengo familia allí. Me encantaba España, y vine por un chico.

¿Como lo viviste?

Genial, muy bien. Encontré trabajo enseguida, estaba muy contenta con mi novio y me encantaba la ciudad.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Que llegué. Sin duda.

¿De donde te sientes?

Me siento americana aquí, sobre todo al comunicarme, porque no hablo español perfectamente. Pero en EEUU me siento muy española.

¿Has podido hacer este lugar tuyo? ¿Te sientes en casa en algún sitio?

Sí, por supuesto. Muy mío. Aquí me siento en casa.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

La manera de trabajar es diferente. Aquí no percibo tanta competencia como en EEUU, no es ese estilo tan intenso y competitivo como se vive allí. Aquí tengo ya 3 bares y no lo vivo así.

¿Qué diferencias notas más y cuales menos?

Ya no sabría decirlo, en 9 años yo he cambiado bastante. Tengo mucha mezcla. Además conozco muchos tipos de personas, hay españoles que son muy diferentes entre ellos y americanos diferentes también. No creo tanto en las diferencias culturales, más bien en las diferencias de personalidades.

¿Qué es lo que echas de menos?

¡Conducir! Allí iba en coche a todas partes. El coche se necesita para todo, al supermercado, al trabajo… a cualquier sitio. Aquí no lo uso.

¿Te has sentido acogida?

Sí, muchísimo.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

No, ya me he construido mi hogar aquí.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

Haz exactamente lo mismo, ¡sigue adelante!

Juan Martín-Busutil

*Juan es profesor de Bikram Yoga

¿En qué lugares has vivido?

EEUU (Este, Sur y Oeste), Inglaterra, Francia, España, Suecia, República Checa e Israel, y he viajado por otros veintisiete.

¿Te sientes de algún lugar? ¿Dónde te has sentido “en casa”?

Me sentiré en casa donde y cuando haya justicia. Al no dominar ningún idioma, casi siempre he sido “el extranjero.”

“One does not inhabit a country; one inhabits a language. That is our country, our fatherland – and no other.” Emile Cioran

Háblanos de las diferencias culturales que has notado

Las diferencias culturales están basadas en la gramática. El humor es lo primero que se pierde en la traducción y casi todas las culturas son de “segunda mano”, si no peor.

 “El principio de la sabiduría es llamar a las cosas por su nombre.” Confucio

 “Words are, of course, the most powerful drug used by mankind.” Rudyard  Kipling

 “Die Grenzen meiner Sprache bedeuten die Grenzen meiner Welt.” Wittgenstein

Y, en su defecto, la impulsividad puede atribuirse, casi en su totalidad, a la escasez de contexto que le damos a creencias románticas e incoherentes, como, por estas partes, son el cristianismo y el socialismo. No se puede institucionalizar la sensibilidad, surge indiscriminadamente, al margen de la voluntad de cada uno. Cada sociedad depende de los compromisos que nosotros contraigamos, a discreción tanto como entre todos, del estar uno dispuesto a responsabilizarse por sus errores.

“But if thought corrupts language, language can also corrupt thought.” George Orwell

¿Cuántos idiomas hablas?

Inglés, castellano, francés, hebreo y suficiente sueco para impartir clases.

¿Qué es lo que has echado de menos?

Gente que he conocido, personas con las que he perdido el contacto.

“Everywhere is nowhere. When a person spends all his time in foreign travel, he ends by having many acquaintances, but no friends.” Lucius Annaeus Seneca

¿Te has sentido siempre acogido?

De pequeño, al ser más mono, por los que no me conocían, por supuesto. En cuanto aprendí a expresarme…

“Speak the truth, but leave immediately after.” Proverbio Slovenio

 ¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio(s)?

Lee en versión original, conoce a los que te inspiran y cuestiónalo todo.

 

 

Zoe Heusser

*Zoe ha creado el proyecto:www.infinitasperspectivas.com

¿Cuál fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Tenía 18 años y vivía en casa de mi madre en un pueblo pequeño. Entonces Suiza me aburría con su forma de pensar tan rígido. Sentía que si me quedo ahí, mi vida esta predeterminado a seguir el modelo de vida estándar, sin mucho margen de llevar un camino alternativo. Y esto me ahogaba.

Quería salir, descubrir el mundo y conocer otras culturas. Ahora mi plan no fue migrar a España, sino lo veía como primer destino para después seguir a otros países. Aquí sólo quería pasar un verano haciendo surf y aprender el idioma. Pero al final me atrapó y 20 años después sigo aquí de lo que estoy muy feliz.

¿Cómo lo viviste?

De una manera muy polifacética. Por un lado estaba muy ilusionada y cada día fue una aventura. Me sentía como en un sueño con mi nueva libertad alcanzada. Pero por otro lado también fue bastante duro. Venía de un nido cómodo y protegido, rodeada de mi gente. Aquí no conocía a nadie, no hablaba el idioma y dependía sólo de mi. Echaba mucho de menos a mi familia. Pero sabía que estaba en el sitio donde quería estar, haciendo lo que quería hacer. Además el hecho que solo había venido para 3 meses, me hizo disfrutar cada momento de la experiencia.

Más adelante cuando empecé a montarme una vida aquí, el enfoque cambió. Fue entonces cuando realmente me sentí perdida al no saber siquiera dónde comprar una botella de butano o cómo buscar trabajo. También el no poder expresarme bien o hacer una broma, me hizo sentir limitada a la hora de compartirme y ser realmente yo. Todo esto me provocaba mucho inseguridad.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Ambas cosas. Al principio igual predominaba el sentimiento de haberme ido, al tener aún muy presente lo que dejaba atrás. Ahora que tengo toda mi vida aquí, se me hace más bien llegar. Aunque sigo consciente que me fui de mi país, sí.

¿De donde te sientes?

Bfff, ¡buena pregunta! Pues no sé qué decirte. Por un lado me siento muy de España, que es donde mejor me desenvuelvo. Aquí sé cómo funcionan las cosas y me encuentro mucho más afín con la gente. De hecho, muchas veces se me olvida que no soy de este país. Pero después hay otros momentos que si se nota, que mi tierra es Suiza. Hay ciertos valores y principios, que están tan enraizados, que aunque llevo más que media vida aquí, los sigo teniendo.

En definitiva; lo que quizás más se acerca es “suiza de España”, o “Guiritana” como me dicen muchas veces. Lo que está claro es que en Suiza me siento mucho más guiri que aquí.
¿Has podido hacer este lugar tuyo?

Sí, totalmente. Siento que este es mi sitio y estoy muy a gusto aquí. Ahora mismo vivo en la costa de Cádiz.

¿Te sientes en casa en algún sitio?

Desde que llegué en el 1998, he vivido en varios sitios dentro de España y he vuelto a empezar desde cero unos 5 veces. Esto hace, que rápido me siento en casa donde me encuentro físicamente y cambia según donde vivo.

Ahora creo que Madrid fue donde más se me hacía “mi” casa por el hecho, que hay mucha gente que vive ahí pero han nacido en otros lugares. Fuimos muchos foráneos y yo simplemente era una más entre ellos.

En un pueblo esto es muy diferente. Ahí mucha gente se conocen de toda la vida, comparten historia, sus raíces y es más difícil ser uno de ellos. Es más, probablemente nunca se consigue de todo y siempre ocupas un sitio un tanto especial. Pero tampoco tiene que ser algo negativo; tiene su encanto y me hace sentir más libre, porque no saben muy bien qué esperar de mi.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

Probablemente la picaresca. De hecho me sigue impresionando y todavía soy mucho más políticamente correcta. Y lo digo sin juzgarlo, ya que lo encuentro mucho encanto, aunque a mi no me sale. Después me fascina la vida en la calle y la importancia que tiene el aspecto social y familiar. Los españoles son grandes vividores y aún hoy en día me enseñan a vivir en el día a día.

¿Qué diferencias notas más y cuales menos?

A nivel social, la diferencia que más noto y aprecio en España es la mayor libertad que hay a la hora de llevar tu vida. En Suiza, el protocolo es muy establecido. Tienes que estudiar, tener un buen empleo, un coche caro y los demás de valoran según estas condiciones. Y si te sales de las directrices, enseguida eres un marginado o por lo menos un excéntrico, que tampoco esta muy bien visto.

En España siempre he sentido que el margen socialmente aceptado es más amplio. Además no importa tanto a qué te dedicas profesionalmente, mientras en Suiza suele ser la primera pregunta que te hacen. Mi país es muy materialista.

A nivel más personal, siento que en nuestra generación cada vez hay menos diferencias y la forma de vida cada vez se parecen más. Mientras veo que mi madre, que se mudó aquí a los 70 años lo tiene un poco más difícil. Su vida no se parece en nada a la de una mujer de su edad en Andalucía. Y esto a veces complica una amistad.

¿Qué es lo que echas de menos?

Pues hoy en día la gente, que me queda ahí. Y poco más realmente. Bueno, quizás que cuando haces cola, no siempre se te cuela la vieja de turno con alguna excusa. En general siento, que los suizos respetan más el espacio y los derechos de los demás. Ahí las casa no tienen rejas, las bicis están sin candado en el jardín sin amurallar. En el campo suele haber tiendas de autoservicio, donde tú pesas la fruta y dejas el dinero correspondiente sin control alguno. Pero bueno, realmente es solo la otra cara de la misma moneda; picaresca español vs hiper-corrección suiza.

¿Te has sentido acogida?

¡Mucho! Los españoles son mucho más abiertos y te abren sus círculos fácilmente. Ahora para establecer una amistad, desde mi experiencia se tarda y requiere lo mismo, que en Suiza. Hace falta hacer vida juntos para conseguir confianza.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

No, de momento no pienso volver y desde que mi madre se ha venido a vivir aquí también, menos todavía. Ahora no sé, qué la vida me deparará. Por lo tanto tampoco quiero decir nunca. En Suiza hay mucho trabajo y se paga muy bien, por lo que en un momento dado me podría sacar de un apuro. Pero volver a Suiza después de tantos años sería como empezar de nuevo en otro país, salvo que hablo el idioma y tengo la nacionalidad.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

Si el cuerpo te pide un cambio, ¡hazle caso! Yo no me he arrepentido de ninguno y siempre he salido ganando. Al principio asusta porque tienes que salir de tu zona de confort, pero la recompensa vale la pena.

Dafnis

¿Cual fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Fue puramente económico.

En Cuba, mi madre, de pequeño siempre me decía, “estudia y cuando seas grande, cojas y te vayas. Aquí solo vas a poder sacar bueno los estudios”. Desde mucho antes de los años 90, antes de que las cosas se pusieran mal, ella ya intuía que, a pesar de tener las cosas básicas cubiertas, las personas cualificadas no recibían el dinero que merecían. Yo veía la idea de salir como algo muy lejano, no me preocupaba. Pero al crecer, al estudiar, ir a la universidad, veía que el momento de irme del país se acercaba más.

Empecé a trabajar después de estudiar, y aunque en aquel momento no tenía hijos, ni responsabilidades, me di cuenta de que lo que ganaba no me valía para ayudar a mi familia o para hacer las cosas que yo quería hacer en la vida. Había luchado durante mucho tiempo para tener una cualificación y sin embargo, al final eso no me iba a servir de nada.

Cuando tenía 30 años, ya tenía 2 hijos, mis padres se hacían mayores, mi familia siempre fue pobre, y yo ganaba sobre 30€ al mes. Veía que tenía que tomar una decisión, se acababa el tiempo porque la vida luego no te da otras oportunidades. Si yo hubiera ganado más dinero, unos 100/150€ al mes, me hubiera quedado, como hacían otros amigos. Pero cuando estás muy apretado, tienes que tomar una decisión.

¿Como lo viviste?

Estaba muy decidido. A pesar de haber sido una persona muy conservadora, incluso a veces hasta miedosa, yo estaba muy seguro, lo viví con tranquilidad. Yo mismo estaba muy sorprendido de lo decidido que lo tenía. Pero en ese momento era tal la responsabilidad y tal el problema que se me venía encima, que porque por una vía o por otra, yo tenía que salir, lo tenía muy claro.

En aquel momento, podía haber cometido alguna insensatez, como haberme quedado en un viaje de trabajo. Pensé alguna vez en ello, aunque sabía eso estaba más penalizado en Cuba, como no tenía forma de salir muy clara, hasta eso me lo podía haber jugado, en cualquier sitio que me hubieran mandado.

Finalmente, cuando apareció la oportunidad de venir aquí, fue de la forma más cómoda, mediante una carta de invitación, incluso me daban la oportunidad de volver sin problema. Eso me permitía la posibilidad de que si las cosas salían muy mal, poder regresar. Aunque por suerte, las cosas se me dieron muy bien.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Esa pregunta está muy bonita. Al llegar aquí, sentí que llegué. Sientes un poco las dos cosas. Sientes que has dejado atrás a tu familia, a tus amigos.

En la época en que yo me marché, mucha gente tomaba la decisión de salir. Eso fue a partir del año 90. Hasta entonces, la situación, aunque ajustada, nos permitía tener de todo. Ropa, trabajo, comida. Después del año 89, 90, las cosas cambiaron.

En filosofía nos enseñaban a Marx, a Engels, y aunque yo entonces no entendía para qué era necesario, si me quedé con una frase y es que “La gente piensa de acuerdo a como vive”, y eso es algo que he podido experimentar en la vida. Esto significa que si la gente vive bien, piensa de una manera, pero en el momento en que las condiciones cambian, la gente cambia esa forma de pensar.

En Cuba se pensaba de una manera, hasta los años 90. Hasta entonces, la gente no pensaba en irse, tenían comida y las cosas básicas. Incluso apoyaban al gobierno. Pero una vez que falta trabajo, comida, ropa… todo eso hace que la opinión de la gente cambie.

¿De donde te sientes?

Yo soy cubano. Me siento cubano y hablo cubano.

Nunca he intentado imitar la forma de hablar de España, ni su acento. Las frases y las palabras se me pegan claro, y cuando voy a Cuba, me sienten con acento español. Pero no intento cambiar mi forma de hablar, lo hago de forma natural. Trato de hablar bien, respetando el castellano. Entiendo que a veces a la gente le suenan raras ciertas palabras puesto que no las usa de esa manera, pero si miras al diccionario, la definición está incluida.

Creo que, sin querer generalizar, la gente es de donde nace, siempre que no se marchen muy pequeños.

¿Has podido hacer este lugar tuyo?

A pesar de sentirme cubano, los problemas que ocurren en España no me son ajenos. Cuando aquí la gente lo está pasando mal por la situación económico, o con lo que ha ocurrido en Cataluña, por ejemplo, me produce preocupación. Me pregunto porqué no se sientan a hablar. Son problemas que deberían sentarse a dialogar.

También me pasa por ejemplo, con el deporte. Si hay un cubano compitiendo, quiero que gane el cubano, pero si participa España, yo lo apoyo, deseo que gane y de alguna manera, también me siento feliz cuando triunfan.

¿Te sientes en casa en algún sitio?

Esta pregunta me resulta difícil responderla. No sé a que se refiere exactamente. Para mi, mi casa está donde yo vivo.

Pero si tengo que responder algo, diría que donde más cerca he sentido Cuba en España ha sido en las Canarias. Puede que sea por su forma de hablar, o por que utilizan algunas palabras igual que en Cuba (por ejemplo, guagua, que se refiere al autobús), pero en Canarias me daba la sensación de estar como en casa. No quiero decir que en Madrid me hayan tratado mal, simplemente que sentía mi país más de cerca.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

La idea de educación aquí y allí. No hablo de la educación formal, sino de los modales.

En Cuba veía que la gente respetaba, pero también que había cosas que se podían hacer de manera más cuidadosa en el trato, y pensaba que al llegar a España, la gente sería más respetuosa, más educada.  Sin embargo no fue así. Me llamó la atención sobre todo la falta de cuidado con el entorno. A pesar de haber papeleras por todos lados, la gente sigue tirando la basura al suelo. También por ejemplo, poner los pies sobre los asientos. Son cosas con las que yo no contaba.

Por otro lado, me sorprendió cómo se vive el esfuerzo aquí y cómo se hace en Cuba. Puede que sea por la escasez de recursos, pero allí cuando la persona se marca un objetivo, como puede ser en mi caso salir del país, se lucha hasta que se consigue, no se rinden tan fácilmente. Buscan las soluciones a los problemas hasta resolverlo. Aquí en España, creo que la gente está, por lo general más acomodada. Lo tienen todo a mano y en muchos casos no trabajan tanto cuando tienen que esforzarse por lo que quieren.

¿Qué diferencias notas más y cuales menos?

Es curioso, pero cuando llegue aquí me di cuenta de la diferencia con las carreteras que teníamos allí. Claro que allí también hay autopistas. Pero aquí estaban lisas, no había baches, y sobre todo, estaban señalizadas.

En Cuba siempre tenía que andar con cuidado al conducir, porque en muchas ocasiones, llegabas a un cruce y, simplemente, no había indicación. O la que había era simplemente un palo con un plato pintado. Tenías que ir con precaución puesto que no sabias que te ibas a encontrar. Al final más o menos deducías por donde podían venir los coches, pero siempre debías ser cuidadoso.

Lo que menos, el idioma.

¿Qué es lo que echas de menos?

Sobre todo a mi familia, a mis hijas. Mis amigos. Es curioso porque cuando estoy allí un tiempo, empiezo a sentir que echo España de menos. De alguna manera, cuando te acostumbras a ciertas comodidades, al perderlas sientes más esa necesidad.

¿Te has sentido acogido?

En general diría que si. A veces te encuentras con personas que son irrespetuosas, o que no les gustan los inmigrantes, pero son los menos.

Cuando llegué, coincidí con una persona cubana que me acogió, pude vivir con él un tiempo y eso me hizo el camino más fácil. Pero en general, diría que si, me he sentido bien acogido.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

Si, si me gustaría.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

He pensado mucho sobre esa pregunta últimamente, sobre mi situación actual, hablándome desde el futuro. Le diría que no tenga miedo, que las cosas hay que trabajarlas y que no se arrepienta de nada.

Vine en el momento adecuado, las cosas me salieron bien. Estoy encantado de lo que he vivido, sé que podía haberlo hecho de mil maneras distintas, pero a día de hoy estoy muy tranquilo, lo cual es muy importante para mi.

Ludovica Zulli

¿Cuál fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Cuando me mudé en Londres desde Italia porque yo quería estudiar el teatro musical y esa carrera no era posible en Italia, básicamente, así que era decidir seguirla en América o en Inglaterra. Inglaterra me parecía más cercana, además había estado ya tres años para estudiar inglés en Londres y me había encantado.

Después desde Londres a venir aquí en España fue por motivo de trabajo, porque allí sí que tenía más trabajo, pero la cultura me había influenciado mucho, en el sentido que es una ciudad muy bonita pero las personas son muy frías y el tiempo era horroroso, con la lluvia, con mucho frío, muy gris y yo necesitaba volver a sentirme en casa. Por esto elegí Madrid, además yo en Madrid tenía y tengo una tía y un primo y entonces quería un poco recuperar el sentido de estar con la familia.

¿Como lo viviste?

El primer cambio, lo de irme a Londres, fue muy difícil, muy difícil. Primero porque solamente tenía 18 años y era mi primera experiencia de vivir sola es extranjero y porque la cultura es muy distinta de la cultura italiana y entonces tuve que aprender a vivir con su cultura. Además, la escuela era muy rígida y yo tenía de 12 a 13 horas de entrenamiento diario, sábado también, y eso físicamente fue un cambio radical.

Al revés, al venir de Inglaterra a España fue maravilloso. Me encontré en casa desde el día uno, la cultura era maravillosa, el hecho de poder estar con el sol, con gente que es muy solar… no sé es que la ciudad me había acogido ya desde el primer día.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Que llegué. Siempre he sentido que llegué, tanto en Londres como en Madrid. Sabes dentro de ti que estás dejando algo muy valioso y muy importante, que para mí era la familia, pero siempre he sentido que llegue y para mí Londres ha sido mi casa, mi familia y Madrid ahora lo es también. Así que no fue una pérdida.

¿De donde te sientes?

Ciudadana del mundo completamente. Tengo muchas cosas italianas pero mi novio me dice que tengo algunas cosas muy de inglesa y sé que ahora he cogido muchas cosas también de española… así que hija del mundo.

¿Te sientes en casa en algún sitio?

Me siento en casa cuando estoy con mi novio, en cualquier sitio, así que vivir junto con él y mudarnos juntos en diferentes ciudades… eso para mí es casa y no hace falta saber dónde.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

Los ritmos. En Londres son súper acelerados y aquí en España al revés, son súper relajados. Entonces eso me afectado mucho porque fue un cambio muy radical y eso también se refleja, en mi opinión, en la manera con la cual se trabaja. Me encanta España, pero no tiene nada que ver la profesionalidad inglesa con la profesionalidad española en cualquier ámbito, así como la burocracia los papeleos y todo… y esa es la cosa que más me afectado y donde más he encontrado dificultad a la hora de tener que tener que empezar tanto con un trabajo con una casa… con lo que fuera.

¿Qué diferencias notas más y cuáles menos?

Esto que acabo de decir de los ritmos, el estilo de la vida, como vivimos en diferentes países. En esto España e Italia son muy similares, somos bastante quejones y nos gustaría vivir la vida con mucha más relajación y eso por un sentido es bonito, pero por el otro restamos muy retrasados respecto de cómo va el mundo y entonces a veces sí que echo de menos a Londres porque allí están a tope en el sentido de que todo funciona y si algo no funciona se ponen las pilas para que funcione.

¿Qué es lo que echas de menos?

Mi familia, cada día, mamá, papá, mis tres hermanos y mi familia grande italiana con los primos, abuelos, tíos y tías… esto siempre, en cualquier lugar. Y tampoco ha mejorado, ahora ya son ocho años que estoy fuera en el extranjero y en vez de mejorar va empeorando… echo de menos a ellos cada día más.

¿Te has sentido acogida?

Me he sentido acogida por la ciudad en Londres, pero no por la gente, y me he sentido acogida por Madrid por la gente y por la ciudad completamente, sí.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

Más que volver aquí seguimos moviéndonos… ahora nos vamos a Australia a vivir, así que ahora mismo no estoy pensando dónde volver si no cuál es la siguiente etapa y pienso que por algunos años aún necesito moverme y hacer experiencia, pero seguramente algún día volveré a casa, a casa en el sentido de Italia, no a mi pueblo, pero en Italia.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

No tener miedo, abandonar la exigencia y el perfeccionismo… porque lo que te espera fuera de casa y fuera de tu país es algo maravilloso y para vivirlo bien tienes que tener los ojos, el corazón y la mente súper abierta… para poder sacar lo mejor de cada experiencia.

Sabina Parra

 ¿Cuál fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Los detonantes fueron varios que confluyeron en un mismo momento y nos empujaron a tomar la decisión. En primer lugar un contrato para un proyecto en un programa de televisión en Shanghái por 6 meses de mi marido. Había posibilidad de ir y venir, de ir de visita y tal pero no nos cerraba esa opción. Por otro lado la edad de mi hija era la justa como para iniciar un cambio así (2 años y medio) y que aprendiera el idioma más fácilmente.

El hecho que en ese momento mi trabajo no fuera tampoco un motivo para quedarse en Madrid ayudo así como la crisis económica que empezaba a aflorar en España (al ser argentinos a eso estamos acostumbrados…), todo fue un empuje a decidir ir a probar y si luego de 6 meses las cosas no dan para quedarse más tiempo entonces nos volvíamos y ya, no era tan grave tampoco. Desde ese día hasta que nos fuimos paso un mes (intenso) y llevar la decisión hasta el final sin replanteos ni mirar atrás porque si no no nos iríamos nunca…

¿Cómo lo viviste?

Lo vivimos los tres de maneras individualmente muy diferentes y en su conjunto bastante dificil fue el cambio. Al principio fue muy duro llegar, aterrizar en un hotel en medio de Shanghai sin saber una palabra de chino y sobre todo sin que nadie hablara chino, sin apps traductoras ni mapas en el teléfono como ahora y sin saber dónde estaba en la ciudad. Me tomo 15 días descubrir en que punto de Shanghái estaba parada, y claro, con una niña pequeña y mi marido que empezó a trabajar desde el segundo que pisamos China.

La soledad fue muy dura el primer mes. Claro que me plantee volverme y retroceder algo que ya tomaba color de locura. Pero ahí fue cuando conocí amigos que se transformaron en familia y todo empezó a hacerse más ameno. La adaptación de mi hija fue otro tema a parte, muy dura, y aprendiendo al mismo tiempo que ella este nuevo mundo tan diferente a lo que acostumbrábamos.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Hoy en día siento que llegue. Y espero en lo posible nunca partir. Pero al ser extranjeros en un país comunista y con leyes que cambian cada mes, eso se vive ano a ano, lo que por un lado es positivo ya que uno vive el día a día más presente, sin hacer planes tan lejanos.

Definitivamente luego de casi 7 años en China (3 en Shanghái y casi 4 en Beijing), puedo decir que este es el lugar donde quiero estar en el mundo.

¿De dónde te sientes?

Me siento Argentina por supuesto, pero con una hija nacida en Madrid y otra en Shanghái, a veces nos planteamos si ellas realmente se sienten argentinas o es algo heredado, van cambiando y supongo que formaran su identidad ellas solas.

Pero también me siento un poco de cada sitio donde he vivido, mi corazón está lleno de todas las personas que pasaron por mi vida hasta el día de hoy sea en Argentina, España o donde sea.

¿Has podido hacer este lugar tuyo?

Sí, no es fácil pero hoy siento Beijing mi lugar.

¿Te sientes en casa en algún sitio?

Me siento en casa en muchos sitios. Me siento en Casa en Argentina, en España, en China, en donde este mi familia.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

China me ha transformado de una manera como ningún otro sitio occidental lo ha hecho. Es algo profundo y difícil de explicar. Me ha enfrentado conmigo misma de una forma muy frontal y dura y he aprendido que el límite de lo posible estaba más lejos de lo que creía.

¿Qué diferencias notas más y cuáles menos?

Culturalmente todo es diferente, el idioma, el sentido común (tienen el suyo que difiere totalmente del occidental). Humanamente son iguales, con los mismos miedos y motivaciones. La forma de relacionarse es diferente en todos los aspectos. Son muy pacíficos. Hay un gran y errado preconcepto en occidente con respecto a China, y cada vez que alguien viene de turismo queda totalmente sorprendido y maravillado.

¿Qué es lo que echas de menos?

Echo de menos nuestra forma de relacionarnos, el idioma y el sentido del humor.

¿Te has sentido acogida?

Totalmente. Si los chinos no fueran acogedores con un idioma tan difícil y una cultura tan diferente, entonces sería casi imposible vivir aquí. Tienen una sabiduría y una bondad que aún no he encontrado en Occidente.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

Claro, siempre está el proyecto de volver algún día a vivir en España.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

Que se prepare, que no va a ser fácil pero que va a ser una de las experiencias más transformadoras de su vida y de la de su familia. Le diría que estudie más intensamente chino y sobre todo que se relajara más, que como todo lo que tiene que ser, será para mejor.

Steve Kelly

¿Cual fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Antes de vivir, venía mucho de vacaciones. Aprendí un poco de español hace 5 años en Australia, por casualidad tuve una oferta de trabajo en España cuando trabajaba en Italia, fue raro porque nunca pensaba que iba a pasar. Yo trabajo como director de formato en freemantle media de Got Talent y Factor X, en la televisión.

¿Como lo viviste?

He trabajado en la misma empresa en Australia, Reino Unido, Italia y España. Es el mismo programa en diferentes países. Esto es raro porque tienes ideas de los diferentes países vistas desde el programa.

¿De donde te sientes?

Nací en Australia pero mis padres son escoceses y viven allí. Yo no me siento de ningún sitio, quizá de Europa ahora mismo, pero me gusta encontrar las cosas nuevas de cada país, comida, lugares… cosas culturales.

¿Has podido hacer este lugar tuyo?

Bueno, he comprado un piso, entonces sí. (risas)

¿Te sientes en casa en algún sitio?

En Madrid, me gustan otros sitios, me flipa Bilbao, me encanta Granada, Barcelona me gusta como a todos los guiris, pero para vivir Madrid.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

El horario es muy diferente, para trabajar, para comer… al principio es muy difícil, porque es el reloj del cuerpo. Italia es similar, pero Reino Unido es totalmente diferente. El programa aquí termina super tarde, ¡no lo llego a ver entero!
Los ingleses no entienden que un programa de TV termine a la 1:30 de la noche.

¿Qué diferencias notas más y cuales menos?

Entre España e Italia hay muchas más diferencias de las que pensaba. Italia es un país más conservador en todos los sentidos, en televisión muchísimo.

Aquí en España me parecen educados, en el metro, andando en la calle, en el bar, hay menos borrachos violentos… La gente tiene la idea de que España es una fiesta, pero es es en los sitios de vacaciones, Benidorm… en realidad los españoles no son así. Los españoles les gusta la fiesta por supuesto, y hay más fiestas religiosas y esas cosas, pero no son locos, saben controlar. Por ejemplo en el metro y autobús son mucho más educados, esto en Londres es un patio de locos, no me gusta.

¿Qué es lo que echas de menos?

Por supuesto amigos y familia pero el clima nada. Tampoco comida, en todo el mundo se come bien, comida de todos los países. En España la tortilla de patata es perfecta, la cerveza es super top… no, solo echo de menos personas, gente.

¿Te has sentido acogido?

Sí, son muy amables y abiertos. Gente abierta a ideas, sobre cómo trabajar… (mi experiencia es más en el trabajo) tienen paciencia para escuchar y entender.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

Estoy aquí. Tengo muchísimas ganas de ir a sudamérica, visitar Argentina, Chile, todos esos países, pero para vivir, la base es España.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

No lo pienses dos segundos, hay que hacerlo. Siempre. Sin pensar. Vas a hacer una cosa increible. Hace 8 años, cuando estaba aquí de vacaciones nunca pensé que iba a ser posible. Es difícil de explicar, aunque no tengo nada de sangre española, cada vez que salía de Madrid tenía tristeza, y cuando volvía lo sentía mi país, más fuerte cada vez.

Wang Zhuo

¿Cuál fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Para mí, el clima y el medio ambiente son lo más importantes. En China, debido a la contaminación, la mayoría de las personas planea cambiar su lugar de vivir.

¿Cómo lo viviste?

Me gusta España, todas las personas que conocí son muy amigables. Los primeros dos años cuando vine a España, viví con una familia española, son personas muy amables.
Me gusta mucho el cielo azul, el mundo está y ha contaminado y cambiado mucho, el cielo azul es como un tesoro, una señal importante de buen ambiente.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Creo que ya encontré el lugar.

¿De dónde te sientes?

Como ejemplo, creo que Gijón es una ciudad como Madrid, buena para vivir. Sin mucha presión y con buen clima. Hay Otras ciudades como Suzhou, Harbin, Xiamen en China.
Pero creo que la mayoría de los capitales del mundo tienen el problema de la contaminación.

¿Has podido hacer este lugar tuyo?

Cuando llego a un lugar, quiero cambiar mi manera de verlo, encontrar la parte buena y desear que mi ciudad natal pueda cambiar en una buena manera.

¿Te sientes en casa en algún sitio?

Los primeros dos años cuando vine a España, vivía con una familia española, todos son personas muy amables, me trataron como un miembro más de la familia, lo que me hizo sentir como en casa.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

En mi opinión, es la forma en que las personas tratan a los demás y el sentido de pertenencia a la familia. Como en mi ciudad natal, la ciudad de Harbin. La gente es muy amigable, les gusta ayudar a los demás, y cuando llegan los fines de semana o el festival, los miembros de la familia se reúnen, como las personas aquí en España.

¿Qué diferencias notas más y cuáles menos?

El tiempo para comer es bastante diferente, aquí en España es muy tarde, en China, tomamos el desayuno a las 6-7 de la mañana, almorzamos de 11:30 a 13:00, cenamos antes de las 9:00 a de noche, y siempre decimos comer menos en más comidas. Tenemos un refrán que dice: Desayune como un rey, almuerce como un príncipe, coma como un mendigo. Pero aquí en España es bastante diferente.

¿Qué es lo que echas de menos?

¡La comida China! (risas) Taobao 😄

¿Te has sentido acogida?

Sí, honesta y sinceramente.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

Sí, volveré en el futuro, no solo porque mi familia española está aquí, pero la experiencia de 4 años no es fácil de olvidar. No importa dónde esté en el futuro, creo que la experiencia en España será un tesoro para mí.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

Sigue a tu corazón y no olvides que las oportunidades son para aquellos que están listos.

Osniel Madrazo

¿Cuál fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Mejorar mi vida, ser libre, conocer mi país bien que hoy en día lo conozco con miedo, porque la policía nos molesta por gusto y como no hay democracia no se puede hablar.

¿Cómo lo viviste?

Con ilusión, también era lo que yo había pensado cuando era niño, venir aquí a Europa y probar suerte. Ha habido momentos de soledad porque se extraña a la familia, amigos, tu comida y un poco tu país.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Que llegué porque fue lo que quise siempre y mi adaptación ha sido muy buena porque tengo a mi novia y a mis amigos de mi ciudad Santa Clara.

¿De donde te sientes? ¿Has podido hacer este lugar tuyo?

En ocasiones, por ejemplo, aquí en Madrid las personas no son muy abiertas, no te saludan, no hablan contigo. Por la otra parte me siento en casa porque he conocido a  muchos latinos y tenemos casi la misma cultura, aparte cuando voy a Tenerife es como si estuviera en Cuba.

¿Te sientes en casa en algún sitio?

Cada vez que voy a Tenerife me siento en casa, por la forma de hablar, tenemos comidas iguales, siempre están hablando contigo y saludándote en la calle aunque no te conozcan.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

La cantidad de oferta que hay, el diferente tipo de comida, que hay democracia y que puedo expresar lo que siento. Aunque hay locales donde no me han dejado entrar con rastas.

¿Qué diferencias notas más y cuales menos?

Mayor diferencias: el salario, no hay asedio policial y la facilidad para hacer las cosas.

Menor diferencia: el idioma.

¿Qué es lo que echas de menos?

La familia, la comida, tus amigos, un poco las fiestas.

¿Te has sentido acogido?

Sí, porque cuando estás en un país que no es el tuyo tratas de buscar la parte buena y que las personas te acojan.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

Volver sí, para estar con la familia, pero sólo de visita. Regresar en el futuro no lo creo porque ahí las cosas no van a cambiar nunca.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

Más seriedad en el trabajo, que las cosas no están regaladas como se piensa en Cuba. Aquí no se sale todos los días de fiesta como se sale en Cuba.

Daud Vale Fraga

*Daud es filólogo de francés y profesor

¿Cuál fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Un cambio de aires. Tenía una vida cómoda, un trabajo que me demandaba mucho tiempo pero que también me proporcionaba muchas vacaciones y sentía que los años empezaban a parecerse unos a otros: trabajar sin descanso anhelado las frecuentes vacaciones intermitentes que representaban una escapatoria a la rutina.

En el trabajo estaba muy bien valorado pero había aspectos morales en mis superiores que se contradecían con los míos y eso me ayudó a tomar la decisión. El proponerme cambiar de país y enfrentarme a unas oposiciones en el extranjero es un reto difícil que me ha hecho salir de mi zona de confort y me ha dado mucha vidilla.

¿Cómo lo viviste?

Lo viví con cierta ansiedad en los momentos previos a tomar la decisión y como una liberación en cuanto lo hice.

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

Por ahora siento que me fui. Las redes sociales, la radio madrileña que sigo escuchando y el hecho de estar cursando un Master de Cultura Hispánica hacen que curiosamente esté más conectado a la cultura latina que viviendo en Madrid.

¿De donde te sientes?

De Galicia (ni de mi anterior destino ni del actual, en realidad).

¿Has podido hacer este lugar tuyo?

Todavía es pronto; además estoy opositando y vivo encerrado muchas horas, pero pronto lo será.

¿Te sientes en casa en algún sitio?

Me siento en casa en muchos sitios.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

El respeto de los derechos laborales y las condiciones ventajosas del trabajo docente en Francia con respecto a España. El profesor todavía es considerado como alguien que tiene algo que aportar y con esa consideración de le trata.

¿Qué diferencias notas más y cuales menos?

Mi vida social se ha restringido muchísimo con respecto a Madrid, la mentalidad en general es más cerrada pero la calidad de vida (tranquilidad, horarios, ausencia de gastos superfluos) es muy superior. He renunciado a ganar la misma cantidad de dinero y podría decirse que a pesar de ser profesor vuelvo a mirar los gastos como un estudiante, sin embargo en esa cierta precariedad pecuniaria encuentro una satisfacción por el hecho de no sentirme acomodado, algo que en el fondo me he dado cuenta de que me aburría.

¿Qué es lo que echas de menos?

A mis amigos, mi buhardilla y la corrala de Lavapies.

¿Te has sentido acogida/o?

Sí, por mis compañeros de Máster y de trabajo sobre todo.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

De visita, por supuesto, para vivir, lo dudo.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

¡Lánzate!, no te vas a arrepentir, los cambios siempre te hacen espabilar.

La Grenouille Francesa

¿Cuál fue el motivo o el detonante de tu cambio?

Yo soy Francesa. Vivía en París donde he nacido, ahí trabajaba. A los 25 años trabajaba y vivía como un autómata, porque estaba ahí, no más; porque había nacido. Vivía a medio gas, o cuarto gas, o menos incluso, llena de miedos y pánicos y encerrada en una torre de hormigón sin ventana…sobre todo que no me vean, no me toquen, no sentir…. Con 25 años no tenía proyectos, no sabía qué hacer con mi vida, estaba totalmente perdida y deseando muchas veces que alguna ola gigante me llevara lejos, muy lejos de aquí…no sentir más…no respirar…no tener que decidir cada mañana si levantarme o no…sin saber cómo acabar con el infierno, sin saber si realmente quería acabar o no…

Creo que me he roto muy pronto, pero tengo recuerdos de desesperación y vértigos especialmente agudos a partir de los 17 años más o menos. Bachillerato, Universidad… no terminé… empecé a trabajar. Un día empujaba el otro… hasta que una amiga mía que vivía en Madrid con su novio, me invitó a pasar allí unas vacaciones.

En  un mes de septiembre llegué a Madrid, mi amiga organizó una fiesta en su casa, yo me enamoré de un chico que asistía a la fiesta, o mejor dicho creí enamorarme de él. Volví a París, trabajé unos mes más allí, él vino a visitarme a París y decidimos vivir juntos, así que me fui a vivir con él a Madrid.

Di clases de francés, tenía bastante trabajo, pero no tenía contrato, no tenía papeles, y en aquellos momentos no era fácil ser comunitario en España todavía.

En resumen, me fui de un país donde podía vivir en buenas condiciones, a un país donde todo era mucho más complicado. Y sin conocer el idioma, que me atraía mucho, así que lo aprendí deprisa.

Mi decisión de ir a España no ha sido una decisión reflexionada, madurada: ha sido una mera HUÍDA, sin más. Me fui para escapar de mi vida, de mis problemas, de mí, pensando que todo cambiaría si cambiaba de lugar. ¡¡¡Un error garrafal!!!

¿Como lo viviste?

Yo huía, tenía la esperanza de que las cosas iban a cambiar, de que YO iba a cambiar como por arte de magía, sólo por haber cambiado de sitio. Las primeras semanas, los primeros meses fueron como una suerte de sueño, de ilusión. Iba conociendo la Ciudad, conociendo los lugares, conociendo gente, los amigos de mi novio, todos me acogieron con simpatía. Era como vivir en un estado de casi vacaciones, un estado intermedio, me dejaba llevar. Empecé a trabajar. Y no tardé en notar que yo seguía siendo yo, que seguía encerrada en mi torre de hormigón sin ventana…

No tardé en notar que mi mochila de problemas, de miedos, de vértigos, seguía ahí, bien atada a mi espalda. Y además, cada vez más pesada. Seguía “enamorada”, sin darme cuenta que me había “enganchado” a un hombre como se engancha un vagón a una locomotora. Alguien tiraba de mí, alguien me cogía de la mano y me decía por donde ir. Yo me adapté a sus gustos, a su ritmo, a sus aficiones, a su vida, aprendí muchas cosas, viví experiencias bonitas, eso es cierto,  pero me olvidaba de mí. Como siempre. Buscaba un padre, o una madre, que me cuidara como a una niña pequeña. Pero tenía 25 años…26 años…27 años…y seguía sin saber qué hacer de mi vida. ¿¿¿Por qué haber nacido???…

¿Sientes que te fuiste o que llegaste?

En aquel momento, sentí que me iba, que huía sin lugar a duda. Mi familia estaba muy preocupada. Yo también. Daba la imagen de una mujer moderna, segura de sí misma, pero era una imagen, un escaparate. Me costaba horrores mantener esa imagen, esconder mi verdadero “yo”. Esconder esa sensación de caída al vacío. Estar interpretando un papel todo el tiempo.  Pero ¿cómo explicar lo que se siente cuando no se tiene ganas de vivir? ¿A quién pedir ayuda? ¿A quién explicar que levantarse por la mañana puede ser una tortura atroz? Huir, huir sin encontrar nunca una puerta abierta, sin saber qué paso dar, y dar pasos sin rumbo, correr en cualquier dirección como una persona perseguida que corre bosque a través aterrorizada. Pero ¿por qué? ¿Por qué ha tenido que ser así? ¿Por qué me ha tocado tener una cabeza tan complicada, tan turbia? ¿Por qué?.

¿De dónde te sientes?

Hoy en día, después de 29 años en España me parece, me siento de Francia por supuesto, pero de forma menos tajante, mucho menos absoluta, porque he podido comparar la realidad de aquel país con otra cosa, y mirar con distancia y elementos para comparar es muy importante. Soy una francesa digamos, más “descafeinada”. Más crítica. Y me siento también mucho de aquí. Encontré aquí a personas, terapeutas, que me ayudaron a sacar la cabeza del agua, a evitar que me ahogara, con ellos pude empezar a recorrer mi propio camino poco a poco. Pude empezar a encontrar mi equilibrio. Aún frágil, aún me queda mucho por hacer, pero estoy mucho mejor. He conocido a gente que tengo en mi corazón, que no olvidaré nunca, y he conocido a un hombre, mi marido, con quien hoy en día ya no tengo una relación de locomotora/vagón, sino que vamos como dos locomotoras en paralelo, cogidos de la mano. Más o menos. A él le debo mucho, ha demostrado que me quiere, y ha tenido mucha paciencia conmigo, esperando que yo evolucionara. Y a su familia le debo mucho cariño, se han portado y se portan muy bien conmigo, me recibieron con mucho cariño.

Y de aquí me siento porque este país es tan bello, porque yo llego a Cádiz o a Barbate y revivo, me embriagan. Llego a la zona de Atienza y del románico y revivo, aquello me embriaga. Valencia,  Extremadura, tantos, tantos sitios que son parte de mí. Los atardeceres de la provincia de Segovia, los paisajes del campo extremeño, ese recorrido del Ave entre Puerto Llano y Málaga, estas sierras maravillosas…

¿Has podido hacer este lugar tuyo?

Sí, ahora sí. Me ha costado muchos esfuerzos, mucho tiempo. Hace mucho tiempo odiaba este país, este sitio, esta ciudad, estas costumbres, estas formas de ser,  porque no sabía ni quien era, ni lo que hacía, ni cómo cambiar. Me odiaba a mí misma sobre todo, no me soportaba, no soportaba ni mi mente, ni mi cuerpo, me odiaba sencillamente. Y me maltraté muchísimo.

Sin embargo ahora, si tuviera que ir a vivir a otro país, no podría dejar de volver a España. Mi corazón está aquí, por lo menos en parte. Soy de aquí también.

¿Te sientes en casa en algún sitio?

Sí, ahora me siento en casa donde esté, o por lo menos, lo intento. En Madrid, en Cádiz, en la Sierra de Atienza, en Barcelona, en Barbate, en Estepona, en Tánger, en Berlín, en Nueva York, en casa de mi madre, en casa de mi suegro. En mi casa, incluso. Me ha costado también, pero llevo años sintiendo que en casa me siento en mi casa. La cuido más, ordeno más, me comprometo más con su cuidado. Me siento en casa ahí donde estoy viviendo el momento presente. Quiero que sea así, porque creo que nuestra primera y primaria casa somos nosotros mismos.

¿Qué es lo que te ha impresionado o afectado culturalmente?

Al llegar aquí me molestó el ruido, lo alto que habla la gente, hasta en los museos. La poca cantidad de verdura que se come en Madrid, y demasiadas proteínas. Los horarios, me parece absurdo cenar tarde, no nos hacen falta tantas calorías tan tarde para ir a la cama.

Pasar horas de pie en los bares me aburre, y me cansa, y como  no bebo alcohol, pues  menos atractivo todavía…

Me impresionó no escuchar en las calles más idiomas que el español. Pero llegué hace mucho. Yo estaba acostumbrada a oír árabe constantemente, idiomas de África, de muchos lugares del mundo. Y aquí de repente, solo español. ¡Y una mayoría inmensa de gente blanca! No estaba acostumbrada. Descubrí esto años después de mi llegada, escuchando a dos señores árabes en el metro. Al oírlos, pensé “¡Estoy en casa!”. Volvía a escuchar los sonidos de mi infancia y juventud. Ahora ya han cambiado las cosas, hay mucha gente de fuera aquí también, aunque aún no se ven muchos mestizos como en las grandes ciudades de Francia. Pero supongo que esto ocurrirá también, es ley de vida después de todo.

Me sorprendió mucho el lugar que ocupan los niños en la sociedad, parece que son los Reyes de la familia, hasta las abuelas dejan que sus nietos se sienten en el metro, aunque ellas no puedan sentarse. Eso es algo que no puedo entender.

Tampoco me gusta demasiado la actitud de las “madres españolas” típicas, muchas son literalmente “esclavas” de sus hijos, y se colocan ellas en este papel. Al final lo que consiguen es educarlos (a los varones) como perfectos machistas, son tan posesivas con ellos que yo creo que los “castran”, en un sentido figurativo naturalmente. Quieren ser LA madre, LA mujer de la vida de sus hijos varones, y muchas ocupan un lugar muy abusivo en la pareja cuando se casan los hijos varones, y cuando nacen nietos, también… Con las hijas, es algo diferente, aunque a las madres les suele gustar controlar cómo sus hijas tienen su casa puesta…etc.. Obviamente existen muchos matices y muchas formas de ser.

Me sorprende aún mucho que cuando  a una persona que tiene su propia casa, sea casada o no, se le pregunte, por ejemplo para las vacaciones de verano o de Semana Santa: “¿Vas a tu casa?”, entendiendo que la casa en cuestión es la casa de los padres. Si me preguntan si voy a mi casa para las vacaciones, contesto que no, que en Madrid estoy en mi casa, y que para Navidad voy a casa de mi madre, si es que es el caso. Esa confusión entre la casa de los padres y la casa propia es curiosa y muy significativa de las ataduras. El cordón umbilical aquí parece resistir mucho al paso del tiempo.

LA ASISTENCIA MÉDICA PRIMARIA: los centros de salud son un desastre, los médicos no tienen tiempo para escuchar a sus pacientes, trabajan a toda velocidad y encima están muy mal pagados, eso todos los médicos, de salud pública en todo caso, cobran sueldos de miseria y de vergüenza para lo que tienen que estudiar y trabajar. Y el diálogo paciente/ médicos es MUY diferente, aquí aún se nota una especie de desprecio hacia el paciente, se lo considera como un inútil que no entiende las cosas y que tiene que limitarse a hacer lo que le dice el médico. De explicaciones y diálogo cordial, nada. Hoy día es algo distinto pero no mucho…

¿Qué diferencias notas más y cuáles menos?

La diferencia en cuanto a estética del país se nota mucho a mi parecer.

La diferencia a nivel de  asistencia sanitaria también aunque en Francia la situación está empeorando claramente. Aun así, el diálogo paciente/médicos sigue siendo mejor.

La relación entre ciudadanos es a veces extraña, como si algunos quisieran a veces imponer una opinión o respuesta a otros. Con algo de menosprecio a veces. He notado esto mucho en las administraciones, donde los empleados suelen tener una actitud de superioridad hacía los ciudadanos. Un ejemplo claro de esta relación extraña: aquí la gente sigue teniéndole miedo a la guardia civil ; he visto muchas veces filas enteras de coches frenando cuando ven un vehículo de la guardia civil de tráfico o de policía delante de ellos en autopista, no se atreven a pasar aunque que pasar no suponga ir más deprisa que la velocidad autorizada. Quizá todo esto sea debido a un atavismo aún presente, años de un régimen autoritario deja huellas en las mentalidades, y no se borra esto tan deprisa, hacen falta generaciones para que se borren las huellas. Pero va por buen camino, felizmente!

¿Qué es lo que echas de menos?

Echo de menos unas amigas, mi familia, estar más cerca de mi madre que es mayor ahora y vive sola, me gustaría estar más cerca y poder estar más presente. Echo de menos a veces la cocina, los mercados, oír mi idioma a mi alrededor, manejarme con mis códigos culturales, algunas formas de ser, otras no, al contrario.

Las comidas familiares que parecen no acabar nunca, con sobremesa, charlas, cafés y más charlas, unas formas más “refinadas” por decirlo de alguna manera de lo que veo en Castilla.

Echo de menos la organización de las ciudades  y de los pueblos, incluso la estructura de los campos, de los pueblos, en resumidas cuentas, la estética de Francia.

¿Te has sentido acogida?

Sí me he sentido acogida con cariño, por amigos y familia de mi marido. En mi trabajo no tengo problemas. Pero aún me hablan mucho de Napoleón, aún se nota este espíritu de confrontación y competencia entre Francia y España. Muchas personas en España parecen necesitar de alguna manera justificarse, dar explicaciones sobre lo bien que lo hace España también: los vinos por ejemplo, “que aquí también hacemos buenos vinos, muy buenos”; la gastronomía “aquí también tenemos estrellas Michelín y cocineros tan buenos  o mejores que en Francia”. Todo esto es verdad, España ha progresado muchísimo en poco tiempo, se nota en muchísimos aspectos. Pero aún queda como un complejo de inferioridad, curiosamente mezclado con un complejo de superioridad (“aquí se vive como en ningún sitio”).

Yo he vivido dos episodios muy claros de racismo hacia mí. Me han dicho dos veces y muy claramente a la cara que el mundo estaría mejor sin los Franceses. Y las dos veces me lo dijeron en público. Y las dos personas que me lo dijeron eran dos señores muy cultos, supuestamente muy educados y muy universitarios.

¿Volverías o piensas volver en el futuro?

Si alguna vez me fuera a vivir a otro país que España, sea para volver a Francia o para ir a vivir a otro país distinto, NUNCA dejaría de volver a España por lo menos de vacaciones. España es parte de mí, con todo lo que me gusta, y lo que me gusta menos, es parte de mí, de mi vida, de mi mundo, de mi realidad, de mi cotidiano desde hace mucho tiempo, es parte de mi vida y quiero que siga siendo así aunque en un futuro sea para algunas temporadas. Me costaría horrores no volver a pisar las calles de Madrid, de Cádiz, de Málaga…tantos lugares que me constituyen también ahora.

¿Qué le dirías a tu yo antes del cambio?

Antes del cambio le diría: “Mira chiquilla, la mochila de problemas que paseas por la vida a tus espaldas es enorme, pesa toneladas. No huyas, enfréntate a ellos, busca soluciones aquí, porque si no lo haces aquí, lo tendrás que hacer allí, tu mochila te acompañará vayas donde vayas. Sé tu misma, y cuando sepas quien eres, vete si quieres, pero caminando sobre tus dos pies y sin agarrarte a ninguna locomotora. Tú tienes que ser tu locomotora, tú tienes que buscar ser feliz, estos pasos lo tienes que dar tú, nadie lo puede hacer por ti”.

Compárteme
  • Facebook
  • Twitter
  • Google +
  • Tumblr
  • Pinterest
  • LinkedIn
  • Reddit
  • XING
  • WhatsApp
  • Email

5 pensamientos en “Entrevistas Migraciones”

  1. Zorione dice:
    febrero 11, 2018 a las 9:33 am

    😂😂😂😂😂😂quiero que presente en el
    2019 los Goya por favor 😂😂

    Responder
  2. Zorione dice:
    febrero 11, 2018 a las 9:27 am

    La verdad es creo que la vida te ha dado un regalo, estremo… eso si!
    Pero como crees que estarías hoy en día si no te hubieses ido?

    Responder
  3. Nubia Rojas dice:
    febrero 8, 2018 a las 3:52 pm

    Excelente entrevista.

    Responder
  4. Iraiz Rojas dice:
    febrero 8, 2018 a las 3:18 pm

    Me encantó la entrevista. Se siente ese dejo de nostalgia que imagino nunca abandona al inmigrante. Las querencias que se dejan del otro lado siempre están presentes. Un abrazo grande. Hermanos por siempre

    Responder
  5. Isabel andres dice:
    febrero 7, 2018 a las 9:50 pm

    Siempre es un orgullo abrir tu casa , todas las puertas y ventanas , a estas otras culturas que por muy diferentes que puedan parecer comparando a las nuestra, para nada lo son.
    Alojar a Wuan con nosotros dos años
    Sirvió para acogerla como una hija más en el seno familiar y compartir muchas cosas, todas ellas buenas, y de la que experiencia se ha forjado una muy buena relación con sus padres y con ella!!!
    Puedo decir con orgullo, que es como una hija , Herman y amiga
    Todo en una sola persona
    Acaso no es inmejorable e increíble
    Un abrazo fuerte Euan!!!!

    Responder

Deja un comentario Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Skip to content
  • Ideario
  • Equipo
  • Colaboraciones
  • Eventos
  • Newsletter
  • Contacta
  • Números anteriores
  • Número cinco / Movilidad
  • Número cuatro / Deconstruyendo el Amor
  • Número tres / Fronteras
  • Número dos / Creatividad
  • Número uno / Género
  • Número cero / Nuevas tecnologías

© Algunos derechos reservados.
Coencuentros – Pensamiento, Arte y Cultura.

Usamos cookies para saber cuanta gente nos lee. ¡Genial!.

{"cookieName":"wBounce","isAggressive":false,"isSitewide":true,"hesitation":"300","openAnimation":"fadeInDownBig","exitAnimation":false,"timer":"","sensitivity":"","cookieExpire":"","cookieDomain":"","autoFire":"","isAnalyticsEnabled":true}