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Fronteras de la vejez

¿Cuándo empieza uno a ser una “persona mayor”?

Rogelio Pujol Estadista y demógrafo

Desde hace algunos años han venido surgiendo en nuestro vocabulario habitual y en diferentes ámbitos como la prensa, la política y, sobre todo, la comunidad científica, nuevas palabras (“cuarta edad”, “supercentenarios”, la ocurrente “viejoven”, etc.) que refieren a nuevas definiciones de la vejez y cuestionan su inicio. ¿Cuándo uno es viejo? ¿En qué momento cruzamos, ahora, la frontera que nos coloca en el último tramo de la historia nuestra vida? ¿Es esta frontera un umbral inamovible?

Seguramente, lo primero que nos viene a la mente para responder a estas cuestiones es la cifra de los 65 años, cantidad paradigmática y socialmente aceptada que sirve de llave para abrir las arcas de las pensiones que el Estado nos tiene, se supone, reservadas y que, desde hace unos años, ha dejado de ser intocable al hacerse progresiva la edad de jubilación. Este umbral fijo de 65 años se toma como referencia en nuestro país para el cálculo en un momento dado de diversas medidas como la tasa de dependencia (cociente relativo entre la masa de población inactiva y la activa), la proporción de personas mayores sobre el total de la población y el índice de envejecimiento (personas mayores sobre el total de personas menores de 16 años). Todas ellas marcan, directa o indirectamente, la estrategia política de redistribución de subvenciones y presupuestos anuales del Estado; son base para el cálculo de estimaciones de población futura y prospectiva económica.

A este límite fijo de 65 años algunos cuantos más añadirían la popular Esperanza de vida. La Esperanza de vida es estimada cada año por el Instituto Nacional de Estadística (INE) para cada edad en base a la mortalidad observada actual y se define como el número medio de años que una persona de determinada edad esperaría seguir viviendo en caso de mantenerse el patrón de mortalidad observado en ese momento a esa edad. Las más importantes son la Esperanza de vida al nacer y la correspondiente a los 65 años. De este modo, y según últimos datos del INE, una persona nacida en 2016 esperaría vivir, redondeando, hasta los 83 años (80 años ellos, 85 años ellas), y a una persona de 65 años cumplidos en 2016 le quedarían por vivir 21 años (19 años a ellos, 23 años a ellas). Esta medida, que ha aumentado en casi cuatro años de vida adicionales en lo que llevamos de siglo, es la que ha utilizado al Estado como base para el cálculo del impopular factor de equidad intergeneracional, por el cual la edad de jubilación aumentará progresivamente hasta los 67 años.

Más interesante que la EV resulta el cálculo de la EV en salud. Esta se puede calcular (muchos investigadores han realizado y publicado estudios varios sobre esta medida) a partir de datos transversales proporcionados por diferentes Encuestas de Salud. En España, el INE ha realizado la Encuesta sobre Discapacidades, Deficiencias y Estado de Salud (EDDES, 1999), la Encuesta sobre Discapacidades, Autonomía personal y situaciones de Dependencia (EDAD, 2008), la Encuesta Nacional de Salud (ENS, 2003, 2006 y 2011-2012) y, a petición de Eurostat (la Oficina Europea de Estadística), la Encuesta Europea de Salud en España (EESE, 2014). Con esta medida se quiere dividir la EV en dos partes, primero una EV con buena salud y luego una EV con mala salud. En este caso, y por poner un ejemplo, un hombre de 65 años en 2008 (siguiendo datos de la EDAD), esperaría vivir 18 años, de los cuales casi 9 años los pasaría con buena salud. Para una mujer de 65 años estas cifras serían 22 y 7 respectivamente (casi dos tercios de su tiempo restante lo pasaría con mala salud).

Basada en la EV y como contrapunto a la edad cronológica de los 65 años, ha aparecido una medida más, esta vez móvil, mucho más reciente que las anteriores y por tanto casi desconocida: la edad prospectiva. Esta ha sido calculada para España por demógrafos y sociólogos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas a partir de determinados estudios de Warren Sanderson y Sergei Scherbov, investigadores de la Stony Brook University y el International Institute for Applied Systems Analysis (IIASA) respectivamente.

Según Sanderson y Scherbov la vejez empieza cuando uno tiene una edad en la que su esperanza de vida es de 15 años o menos. Esta es la edad que ellos denominan prospectiva. De este modo el umbral de la vejez se va moviendo conforme lo hace la esperanza de vida y a su vez se basa en el límite fijo de 15 años.

Tanto la edad cronológica de 65 años como la edad prospectiva orientan sobre el volumen de las personas mayores en relación con el resto de población, esto es, sobre el envejecimiento demográfico. Utilizando la edad prospectiva se obtiene un menor número de personas mayores (también menor proporción) que utilizando la edad cronológica; la edad prospectiva marca una frontera optimista de la dependencia demográfica y vendría a dar una visión menos escandalosa del elder boom que ha venido experimentando nuestro país en los últimos años.

Este boom demográfico está calando en la sociedad. Una sociedad que ve que con más frecuencia tenemos más abuelos cuidando de biznietos, y que estos se mantienen durante más tiempo en un estado de salud envidiable. Además, todos somos conscientes de la ingente masa de ancianos que el sistema soporta, y deberá soportar.

Pero, que no cunda el pánico, la alarma no debería ser tal, pues ¿desde cuándo es malo llegar a viejo?. Allí donde se cree que acecha la insostenibilidad del sistema muchos están haciendo esfuerzos para adaptarse a las consecuencias de estas nuevas fronteras de la vejez. Algunos, por ejemplo, lo hacen encontrando en la creciente longevidad de las masas nuevos nichos de mercado a los que hincar el diente; otros, dirigiendo sus investigaciones hacia una redefinición de la frontera de la vejez, para así aconsejar al Estado que descentre el foco de sus mayores y lo lleve a la población activa.

Existen muchas más medidas que ponen en tela de juicio los 65 años como edad que da paso a la vejez, pero hay una que destaca por su potencia y en la que muy pocos han advertido: la Edad Subjetiva. El CIS (Centro de Investigaciones Sociológicas) suele preguntar por ella, de modo irregular, en sus barómetros de opinión, y lo hace del siguiente modo: ¿A partir de qué edad cree Ud. que, en general se puede decir que alguien es una “persona mayor”? Quizá sea la distribución de frecuencias de las respuestas a esta pregunta la que más nos acerque a esa frontera que estamos tratando de delimitar.

Nada de metodologías demográficas como las que hemos mencionado al principio, ni argucias políticas o las propias limitaciones físicas del individuo: la vejez, cuando pasa por el rasante de nuestra unicidad, es resultado de un estado mental. El que crucemos la frontera a la tercera y cuarta edad sólo depende de nosotros, de cómo controlemos el miedo a que el paso del tiempo se traduzca en degradación de nuestros cuerpos y carcoma para la memoria y de, en definitiva, cómo sean nuestras condiciones de vida, la amabilidad de nuestro entorno. Visto así, la frontera que separa la juventud de la senectud sería única para cada uno de nosotros y sobre ella tendríamos total responsabilidad y gerencia. 

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Rogelio Pujol

Estadista y demógrafo

Licenciado en Ciencias y Técnicas Estadísticas. Ha desarrollado su actividad profesional en el Ministerio de Educación y la Unidad de Análisis y Prospectiva del Ministerio de Agricultura, así como una carrera investigadora en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Actualmente, trabaja en el Instituto Nacional de Estadística (INE) como estadístico del Estado.

    2 pensamientos en “Fronteras de la vejez

    1. Un artículo muy interesante que me ha permitido conocer ratios estadísticos ,que desconocía, referidos a los mayores. Especialmente de acuerdo, con lo complejo de la valoración, de cuándo se alcanza la senectud. Y, muy en acuerdo , con el término edad subjetiva. La vejez es una etapa por la que transitaremos solo una vez ( o al menos eso esperamos), y sin duda realmente , es una etapa única. Gracias por el artículo Rogelio.

    2. Excelente e interesante articulo. Evidentemente, cada vez hay mayor número de personas mayores, o mejor dicho, con edades avanzadas (que no por eso «mayores»), y eso no debe suponer un problema, sino todo lo contrario. Y como bien dices, el Estado debe focalizarse en la población activa, que sea lo suficientemente potente para soportar el sistema, no es cuestión de cantidad, sino de calidad.
      Por otro lado, estoy totalmente de acuerdo en que esa «frontera» a la vejez es totalmente individual en cada uno de nosotros, de acuerdo a diversos factores. m

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