«…ceder al ciberutopismo y al internet-centrismo es como acceder a boxear con los ojos vendados. Sí, puede ser que de vez en cuando consigamos asestar fuertes golpes a nuestros adversarios autoritarios, pero es una estrategia mediocre si queremos ganar. La lucha contra el autoritarismo es demasiado importante para llevarla a cabo con una desventaja intelectual voluntaria, aunque esa desventaja nos permita jugar con los gadgets más novedosos.»(Morozov, 2011:33)
Desde el Ciber-utopismo digital a la Red Neoliberal
A finales del siglo XX, el ciber-utopismo campaba a sus anchas, sobre todo en las latitudes del norte del planeta. Auguraba el amanecer de una nueva sociedad que pondría fin a los desequilibrios cada vez más acuciantes del capitalismo industrial “analógico”. Entre las razones para esta euforia tecnologicista, las que a modo de resumen señala Morozov: “la descentralización derrota a la centralización, las redes son mejores que las jerarquías y las audiencias superan a los expertos” (Magnani, 2019).
Es de reconocer que esta producción de discursos ciberutópicos contaba a su favor con la forma en que Internet se había desarrollado en sus primeras décadas de vida. Comenzó como un proyecto de las fuerzas armadas estadounidenses (Arpanet) orientado a desarrollar una red sin centro que pudiese auto-regenerarse en caso de una conflagración bélica. Pero que luego continuó su desarrollo en el marco académico hasta recalar en aplicaciones sociales cada vez más expandidas. Y durante este período, la Red se fue impregnando de los principios de la ética hacker que propugnaban algunos de los centros de investigación y usuarios más activos: acceso libre y gratuito a la información, compartición de recursos, colaboración, software libre, creatividad, etc.
Fue en base a estos valores y en este contexto en que se pergeñó la idea de la emergencia de un espacio social (el ciberespacio) que permitiría la construcción de comunidades de nuevo tipo (las comunidades virtuales) en las que sería posible un modelo relacional basado en la cooperación, la solidaridad y lógicas comunitarias que de hecho, expulsaban al mercado como criterio de ordenación social (Wellman, 2004). Por tanto, una doble ingenuidad (que no utopía): por un lado, pensar que un desarrollo tecnológico del complejo industrial-militar de EE.UU. podría sin más devenir en una herramienta de transformación social progresista, y por otro, que esta Red podría desarrollarse fuera del mercado capitalista. Como era de esperar, este pensamiento (interesadamente) ingenuo sería refutado en la práctica en los 90’s, cuando las grandes corporaciones tecnológicas redefinieron las reglas del juego en Internet.
Y lo que realmente ocurrió fue que la Red (Internet como red de redes) jugó un papel fundamental como espacio social desregulado y sin restricciones para la experimentación y consolidación de las formas más duras y rancias de neoliberalismo, particularmente las del anarco-capitalismo californiano del Silicon Valley, vinculado al Tea Party y a los sectores más reaccionarios de la sociedad norteamericana (Ippolita, 2012, 2016). El resultado fue un reordenamiento global de sectores y actores económicos, de tal forma que si hoy miramos el ranking mundial de corporaciones, en el top10 se ubican seis empresas directamente vinculadas al hipersector de la información y las comunicaciones (Apple, Alphabet, Microsoft, Tencent Holdings, Facebook y Alibaba Group). Las cuatro restantes son Amazon y tres entidades financieras, es decir, actividades cuya fusión con la propia Red es total. Y por estados de origen, siete estadounidenses y tres chinas (Economipedia, 2019).
La centralidad de la Red Neoliberal en las nuevas formas de poder del siglo XXI
Es cierto que a pesar de lo anteriormente dicho, la Red continúa representando un potencial de desarrollo humano casi sin precedentes en la historia: acceso a recursos informacionales inconmensurables, relacionalidad social expandida a nivel global, comunicación instantánea con cualquier persona o institución ubicada en cualquier lugar del mundo, soporte organizativo-productivo prácticamente de cualquier actividad, etc. También para alterar el orden establecido como demuestran las llamadas Primaveras Árabes o nuestro 15M. Pero, aunque parezca paradojal, en esta misma capacidad de transformación social radica también su potencial para producir formas de poder y de dominación de nuevo tipo.
Y si retomamos las aportaciones de Foucault sobre la naturaleza del poder en nuestro tiempo (Foucault, 1979, 2007), puede decirse que la Red resume a la perfección tres de sus grandes descubrimientos: el aspecto creativo, propositivo y normalmente oculto del poder (como veremos la Red hace hacer); su naturaleza microfísica/microsocial y por tanto, capaz de atravesar los cuerpos y las subjetividades en forma situada y particularizada (la Red se nos presenta como global pero al mismo tiempo como algo de uso individual) y finalmente; la del poder no como categoría situada en alguna parte especial de las estructuras económicas, institucionales o culturales, sino como un entramado dinámico extendido de relaciones de poder, en disputa permanente y por tanto, que no hay poder sin resistencia (las resistencias en la Red están presentadas por términos como tecnopolítica, ciberactisvo, hackactivismo, multitudes conectadas, etc.).
Por esta razón, en el marco de la investigación antropológica que estoy realizando, he buscado abordar la dialéctica existente entre la Red y las nuevas dinámicas de poder que se desarrollan en este capitalismo llamado cognitivo, informacional, cibernético, digital, semiótico y otras denominaciones por estilo, entendiendo a este último como contexto y condicionante, pero también como producto de las intensas transformaciones relacionales y de las propias subjetividades que ocurren en el ámbito de “lo digital”.
Y que, desde la necesidad de síntesis que impone este espacio, las resumiría en tres grandes dinámicas o tecnologías de poder. La primera serían las vinculadas con la Sociedad de Vigilancia y Control (Deleuze, 1990) que desborda y sucede a la sociedad biopolítica y disciplinaria descrita por Foucault. La segunda, la profundización de la Servidumbre maquínica (Guattari, 2004) en el sentido de la creciente subordinación de lo humano a lo tecnológico. Y finalmente la Razón Neoliberal (Laval & Dardot, 2015) como sentido social dominante y que ha llevado a la aparición de un neosujeto empresario de sí mismo que materializa la extensión del mercado a todas las dimensiones de la vida.
Estas características son también centrales en la Red. Y no como simple traslado inducido por los actores empresariales o institucionales hegemónicas en el ámbito digital. Más bien es un proceso complejo y dialéctico en el que seguramente, de no haber existido la Red, las dinámicas de poder arriba sintetizadas no se habrían producido, o al menos no con las características actuales. Algunos ejemplos de cómo se articulan estas nuevas dinámicas de poder con la Red Neoliberal.
Vigilancia y control. La huella digital de los sujetos que obtiene Google de las búsquedas y las potentes técnicas de normalización de perfiles de usuarios por parte de las redes sociales, sometidas a procesos que combinan Inteligencia Artificial (IA) y Big Data, permiten la representación relacional y subjetiva de todos los usuarios (toda la actividad de todas las personas y sin que se borre nunca). Luego, a través de la segmentación y filtrado, pueden servir tanto para el control social como para hacernos dianas de campañas comerciales (o políticas) personalizadas al detalle.
Subordinación maquínica. Lo anterior también permite la algoritmización de nuestras vidas a través de protocolos técnicos que ordenan las alternativas de uso permitidas en los espacios relacionales digitales según los perfiles que se nos asigna. De esta forma, se presenta como “comodidad/facilidad de uso” lo que ya está programado. En palabras de Guattari, un verdadero inconsciente maquínico pero externo e invisible.
Razón neoliberal. La individualización competitiva en redes sociales, la llamada economía de la atención (la lucha por el bien escaso que es el tiempo disponible) así como la pugna por likes, followers, (pseudo)amistades digitales o vínculos débiles, etc. han logrado poner nuestras subjetividades e intimidades (deseo, pulsiones, creencias, gustos, etc.) en un mercado total que desborda ampliamente la simple circulación clásica de bienes y servicios económicos hasta abarcar toda nuestra vida convertida en valor de cambio. De allí el estímulo permanente a “postear”, comunicar, transmitir, decir qué pienso, qué hago en este momento, etc. de las redes sociales o la invasión no deseada de mensajes y propuestas de consumo en nuestras pantallas. Quien no escribe, comenta, publica, hace búsquedas, acumula posts, compra, etc., no existe en la Red.
A modo de conclusión
Seguramente lo que sigue, por su trascendencia, debería exponerse en un espacio dialógico mucho más amplio que estas simples notas. Pero al menos que sirva como enunciación provocativa para una posterior profundización colectiva.
En primer lugar, entiendo que se ha generado un nuevo panóptico, el Panóptico Digital a través de esa incitación permanente a estar en la Red, a usarla relacionalmente. Pero de una manera sesgada ya que el uso que se propugna se basa en una moral inducida de transparencia radical (Han, 2013) -nada que ocultar, desnudarnos digitalmente- y de banalidad existencial. El resultado es que las subjetividades digitales, son cada vez más, las verdaderas subjetividades sociales. Fundamentalmente, porque la mayoría de nuestras actividades sociales están dentro de la Red o afectada/ condicionadas por ella.
En segundo lugar, considero que la Red Neoliberal debe considerarse como un macro dispositivo de control y normalización de conductas sociales. Por tanto y en términos foucaultianos, es una auténtica tecnología de poder.
Y si las dos afirmaciones anteriores pueden ser razonablemente admitidas, deben plantearse otras dos, seguramente medulares para el pensamiento crítico que sostiene esta publicación. Por un lado, que si la Red Neoliberal es una tecnología de poder es porque puede producir, modelar, conformar subjetividades funcionales al sistema capitalista actual y por tanto, sujetos que en su cotidianidad reproducen permanente y molecularmente este sistema cada vez más autoritario y desigual.
Y finalmente, que debido a, por un lado, la desmesurada dimensión de esta tecnología de poder que es global por alcance, cobertura y número de sujetos implicados sin perder su capacidad para simular una personalización y contención de cada sujeto individualmente y por otro, a la forma radical en que afecta a nuestras vidas, puede decirse que estamos ante la posibilidad de bifurcaciones sociales dramáticas. Por ejemplo: Relacionalidad global vs. Control total; Agencia de los actores sociales vs. Subordinación maquínica extendida; Colaboración social de gran escala vs. Mercadeo digital de nuestras vidas; Acceso sin límites al conocimiento vs. Producción robotizada de post verdades que anulan la política, etc.
En definitiva, un Espacio social cooperativo, libertario y de cuidados vs. un Conjunto de situaciones distópicas de corte autoritario y antisocial. Esta es la encrucijada.
Fuentes bibliográficas:
Deleuze, G. (1990) Post-scriptum sobre las sociedades de control. Traducción del texto francés que apareció en L ‘Autre Joumal Nº 1, mayo de 1990
Economipedia (2019). Las empresas más grandes del mundo. https://economipedia.com/ranking/empresas-mas-grandes-del-mundo-2018.html. Consultado el 12/04/2019
Foucault, M. (1979). Microfísica del Poder. Madrid: Las Ediciones de la Piqueta
Foucault, M. (2007). Nacimiento de la Biopolítica. Curso en el Collège de France (1978-1979). Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica de Argentina.
Guattari, F. (2004). Plan para el Planeta. Madrid: Traficantes de Sueños
Han, B. (2013) La sociedad de la transparencia. Barcelona: Publishing Company
Ippolita (2012). En el acuario de Facebook. El resistible ascenso del anarco-capitalismo. Madrid: En clave de libros
Ippolita (2016). Ídolos. ¿La Red es libre y democrática? ¡Falso! Madrid: En clave de libros
Laval, C., Dardot, P. (2015). La nueva razón del mundo. Barcelona: gedisa
Magnani, E. (2019). La red neoliberal. https://www.pagina12.com.ar/166515-la-red-neoliberal. Consultado el 11/04/2019
Morozov, E. (2011). El desengaño de Internet. Los mitos de la libertad en Internet. Barcelona: Ed. Destino
Wellman, B. (2004). Connecting communities: On and Offline. Contexts. Vol. 3, num. 4. Pp. 22-28. University of Californiau