Yo siento que con Lola hemos vivido como dos procesos. Es decir, ella con cuatro años nos comentó que era una niña y que cuando fuera mayor iba a ser una mujer. Fue un momento en el que nosotros ya percibíamos que algo diferente había en ella, pero nunca hasta que fue más mayor nos dimos cuenta de lo que realmente pasaba, a pesar de que consultamos con un psicólogo sobre si a esa edad podríamos hacer algo. Lo que nos dijo el psicólogo fue que le dejáramos libertad para jugar con lo que ella quisiese, para vestir en casa y demás; que reforzáramos su cuerpo, porque el problema podía ser una negación de su cuerpo o una disforia con su genitalidad y eso fue lo que hicimos. Reforzamos su genitalidad, le dejamos vestirse en casa con lo que ella quería, jugar con los juguetes libremente. Para salir a la calle sí tenía que guardar unas normas y vestirse como el niño que todo el mundo creía que era.
Así vivimos hasta los nueve o diez años en el que vimos que algo diferente estaba pasando, que ya entraba en la preadolescencia, que se rebelaba más, que había más momentos de confusión y de dificultad hasta que ella nos comentó, con su gran fortaleza y consciencia, que ella era una mujer. Que había visto y se había documentado, que existían personas transexuales, que se les había asignado un sexo al nacer que no correspondía con su verdadera identidad y que, a pesar de que todo el mundo decía que ella era un niño, ella siempre había sabido que era una niña, pero no sabía cómo serlo.
Entonces, por fin, había descubierto que la transexualidad existía y que ella podía ser una niña transexual. Ahí fue cuando vivimos un momento: en parte de libertad, porque ya por fin poníamos un nombre a lo que ella estaba pasando; en parte de miedo, de duda, de inseguridad, de confusión.
La negación estuvo cuando era pequeña, porque claro, la desinformación nos llevaba a no darnos cuenta de lo que ocurría.
La aceptación fue desde el primer momento, cuando ya nos dimos cuenta de que en realidad era una niña, que ella siempre nos había gritado a su manera y no habíamos sabido escuchar; y bueno, a partir de ahí, iniciamos un proceso con el colectivo GAMÁ (el colectivo GAMÁ es una asociación sin ánimo de lucro formada por personas lesbianas, gays, transexuales y bisexuales con más de 20 años de trayectoria. Su actividad se centra en Canarias y su sede está en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria) y con personas de nuestro alrededor que nos apoyaban y nos acompañaban.
El duelo… ahora mismo hago un intento de recordar ese sentimiento de perdida y realmente lo único que recuerdo es vaciar su armario, ella ya no quería ninguna ropa masculina porque ya no iba con ella y…, en algún momento, ¿pues guardo algo? y… para qué!!. Para qué voy a guardar algo, si ya esto forma parte de una parte, de un pasado que existió a su manera, pero que no es. Para mí no perdí un niño, siempre tuve a Lola sólo que de otra manera. Gané mucho cuando Lola por fin nos expresó quien realmente era e iluminó su vida y la nuestra.
Tuve muchos temores y muchos miedos, porque nosotros relacionábamos la transexualidad con las personas adultas, con una estigmatización muy grande, con un sufrimiento, con obstáculos, con dificultades. Y claro, siendo menor como era, nos parecía un poco complicado realizar todo ese proceso por la sociedad, que es el gran miedo.
Nuestra gran maestra fue ella, fue Lola, pues nos ha ayudado a normalizar todo, a suavizarlo todo y hemos aprendido muchísimo, muchísimo sobre la diversidad, sobre la vida, sobre la capacidad y las ganas de ser feliz siendo uno y una misma. Ha sido un aprendizaje para todos y todas.
¿Qué fue lo más complicado?… recuerdo cuando ella ya se posicionó con firmeza, creo que era el verano antes de ir al instituto. Nuestro gran temor era el cambio del colegio al instituto, con lo que ello supone, más una transición social importante: su entorno, sus amigos y amigas, sus compañeros y compañeras, etc. Ese es el recuerdo que tengo yo como de más temor. Realmente esos temores se fueron disipando cuando pudimos hablar con la dirección del centro y con el orientador. A través de GAMÁ se intervino en todo el equipo educativo y en las clases. Esos temores fueron cambiando de color, pero también fueron unos comienzos difíciles porque no es fácil aceptar lo diferente y Lola era una pionera, porque aquí, en un pueblo, en Santa Brígida, una zona rural de una población diversa, pero también con mucha desinformación, fue abriendo camino. A nivel de familia y demás, hubo la necesidad de acercarnos. Con algunas personas costó más, con otros menos, pero en el fondo toda la familia sabía que Lola era ella. Fue un poco aterrizar y verla con esa mirada de aceptación y de amor que en definitiva es lo que sostiene todo.
Hemos ejercido de confidentes, representantes públicos, acompañantes afectivos, etc. Lola y yo, quizá, hemos tenido más niveles de confianza y de confidencias en nuestra vida juntas. También con su padre ha tenido sus momentos de mucha intimidad, pero nosotras hemos tenido más cercanía. Como representante público el padre ha sido una fortaleza ahí también, acompañándola en sus exposiciones públicas. Como por ejemplo pudo ser el carnaval, donde él estuvo ahí acompañándola codo con codo sosteniendo ese momento y esa vorágine que fue muy intensa.
El acompañante afectivo hemos sido los tres: el hermano, el padre y yo. El hermano y ella se llevan cinco años y, lo que pasa a veces con los hermanos, que no comparten en todos los niveles. Tienen unos caracteres y personalidades diferentes, pero el hermano ha estado siempre ahí, siempre, siempre defendiéndola, acompañándola, protegiéndola en el instituto, en la familia. La admira, la adora y para él Lola ha sido una heroína.
Yo creo que Lola ha abierto puertas a todos los niveles y a nosotros también, evidentemente a nosotros los primeros. Lola me ha hecho activista, formo parte del colectivo GAMÁ y desde que empezamos siento la importancia de seguir trabajando por la igualdad de derechos de las personas trans, de las personas LGTB. A mí Lola me ha enseñado a darme cuenta de que es importante tener una mirada de generosidad, de trabajo y de entrega porque para mí es importante luchar por los derechos de mi hija y de todas las personas para que puedan vivir en una sociedad mucho más justa, más igualitaria y así poder tener un mundo mejor.
Lola ha sido un regalo de vida, con la que aprendo día a día. Aprendo con el hermano, que es un maestro, y aprendo con ella, que es mi maestra.
Pintura de Valériene Leblond
Solo los que tenemos hijos trans* sabemos lo afortunados que somos por compartir nuestras vidas con ellos . Mi historia http://m.huffingtonpost.es/emilio-garcia-garcia/un-ano-con-j_b_13491062.html
Maravillosa forma de relatar algo que en el día a día, tuvo que ser duro ir aceptando. Un ejemplo para otros padres que pudieran estar viviendo algo similar y para otros niños, jóvenes, adultos que todavía no han dado el paso hacia su verdadera expresión sexual.
Enhorabuena por el artículo y felicidades a la madre y padre por la forma en que han llevado todo este proceso, y por supuesto a Lola por su valentía.
Pedro Alonso.