Las nuevas tecnologías, esto es internet, los smartphones y redes sociales, también llamadas TIC (Tecnologías de la Información y Comunicación) han constituido una nueva manera de relacionarnos con el mundo. Existe un antes y un después de los smartphones y por supuesto de internet. Las nuevas tecnologías nos aseguran un mundo mucho más independiente de las personas pero mucho más dependiente de los aparatos y desde luego nos convierten en completamente ecodependientes. Los smartphones y sus aplicaciones nos facilitan llegar a cualquier lugar, pedir comida, contar calorías, comprar y vender, en fin, prácticamente cualquier cosa que deseemos se puede pedir a un móvil con batería, memoria y datos. Internet nos acerca el mundo, nos permite relacionarnos con personas en tiempo real al otro lado del planeta, incluso la psicología se beneficia de las terapias online, posibilita el acceso a la información global y en muchos casos casi de manera simultánea a lo que suceda. Los beneficios y avances en la interrelación y la comunicación que suponen las nuevas tecnologías son incuestionables.
Sin embargo al mismo tiempo que el mundo avanza, también lo hace la manera de enfermarnos.
A nuevas tecnologías, nuevas patologías o como se ha dado en llamar, tecnopatías. Posiblemente y de forma rigurosa, no se pueda hablar de estríctamente nuevas patologías, sino de las mismas patologías de siempre con distintas formas y distintos objetos.
Se acuñan nuevos términos como la nomofobia (no móvil fobia) o el miedo a salir de casa sin el móvil, que esconde una dependencia del aparato que genera una enorme ansiedad en el momento en el que no lo tenemos a mano. Si desmenuzamos un poco esta dependencia tal vez podamos hablar de ansiedad por estar continuamente localizables, por una imperiosa necesidad de información inmediata, incluso posiblemente del móvil como fuente de evasión.
Echeburúa (2010) denomina “adicción a internet” a la pérdida de control y uso dañino de esta tecnología. La adicción a internet puede ser secundaria a otras patologías como la depresión, fobia social y otras adicciones como adicción al sexo, ludopatía, etc. Las personas que son adictas a internet utilizan la pantalla para evadirse, aun más que otras, del mundo real, siendo una actividad que ocupa gran parte de su vida diaria. Distintos estudios demuestran la relación existente entre consumo excesivo de internet y niveles altos de ansiedad (Peurket et al, 2011) (Rodríguez et al, 2012)
El uso de internet se convierte en atractivo principalmente por la inmediatez, la interrelación, la respuesta rápida, la posibilidad de simultanear ventanas abiertas y distintas actividades. Esto va configurando también una forma de relacionarse que diferencia a las nuevas generaciones de adolescentes, y a todas las que conviven con las TIC, de las anteriores generaciones. Cabría preguntarse cómo afecta a nuestra capacidad de aplazamiento, de frustración, de postergación, esta inmediatez tecnológica. Cómo afecta a nuestras habilidades relacionales y a la imagen que tenemos de nosotros mismos.
Al mismo tiempo Echeburúa afirma que las redes sociales con sus posibilidades exhibicionistas alejan el fantasma de la exclusión y es en las redes sociales donde se permiten verter emociones con la protección, o como veremos más adelante, desprotección de la pantalla (Echeburúa, 2010). En las redes sociales también se desdibujan los límites entre lo público, lo privado y lo íntimo. Una persona que destapa aspectos de su vida y emociones en la red puede desorientarse fácilmente al escribir desde la privacidad de su habitación aspectos relacionados con su vida íntima que posiblemente van a adquirir un rango público que desconoce, más aún si ésta es niño, niña o adolescente.
Las nuevas tecnologías, y en concreto la multitud de redes sociales también ofrecen una nueva manera de ejercer dominio y poder de unas personas sobre otras. Es bien conocido por las personas que trabajan con infancia como con violencia machista como las viejas violencias pueden tomar nuevas formas acorde con los avances tecnológicos. El anonimato y la facilidad de internet para generar falsas realidades hacen que poco a poco vayamos incorporando palabras como bullying, sexting o grooming a nuestro vocabulario. Estas se refieren a prácticas delictivas en las que la víctima es engañada para ser abusada de una u otra forma (sexting y grooming) o es acosada de manera salvaje gracias al anonimato y a las múltiples personalidades que internet permite, o bien controlada mediante las redes y el móvil. En el caso del sexting una persona envía información y contenido de tipo sexual voluntariamente a otra porque esta se lo pide, para impresionarle, porque mantienen una relación íntima en ese momento. Posteriormente la persona que recibe dicho contenido lo difunde, o chantajea con su propagación. El resultado es previsible, lo que en anteriores generaciones se conocía como un rumor que enturbiaba la reputación de la víctima, ahora se magnifica enormemente por la inmediatez con que se difunde, por lo explícito del contenido, por la cantidad de público que obtiene. Las consecuencias para la víctima, en muchísismos casos adolescente porque esto constituye ya una práctica habitual entre los y las jóvenes, pueden ser traumatizantes por el altísimo grado de exposición que constituye. El problema está en que inicialmente muchos de los y las adolescentes que acceden a la petición de este contenido no sienten que colgar contenido explícito en las redes suponga un riesgo.
El grooming es una práctica relacionada con la pederastia y la pornografía infantil que consiste en la simulación de una identidad falsa para ganarse la confianza de un menor con fines sexuales. El agresor se hace pasar por alguien de su misma edad o similar y con el pretexto de amistad pide fotos o vídeos sexuales a la víctima, o bien le intenta convencer para mantener relaciones sexuales.
El ciberacoso se ejerce entre iguales, en este caso entre menores. Se da cuando un menor atormenta, amenaza, hostiga, humilla o molesta a otro/a mediante internet, teléfonos móviles o consolas de juegos. El ciberacoso está directamente relacionado con el ejercicio de la violencia machista entre jóvenes. Una forma de ciberacoso es el control excesivo de la otra persona mediante FB, Tw, Snapchat, Instagram, Telegram, Whatsapp, etc. Según una encuesta del Ministerio de Sanidad de 2013 el 21% de las adolescentes han padecido control mediante el móvil. El double check azul de whatsapp, la posibilidad de ver la hora de conexión, la disponibilidad permanente, aumenta el control de los y las adolescentes sobre sus parejas y en sus relaciones en general. Viviendo en una sociedad patriarcal en donde los mitos del amor romántico continúan operando, la cultura de los celos sigue vigente como prueba de amor y los varones ostentan un lugar privilegiado en la misma, no es difícil llegar a la conclusión de que el aumento de la violencia machista entre adolescentes, según el informe de la fundación ANAR, se vea también representado, y facilitado, en las redes sociales. Hacer pública la relación en FB es el nuevo dejarse ver por la plaza, comentar en los muros o darle a like una nueva forma de ligar, leer quién comenta en cada post una forma de control y en muchos casos motivo de celos, y bloquear es la nueva manera de dejar una relación o el hacer saber a alguien que está excluido.
Directamente relacionada con la cultura del exhibicionismo que tan bien se manifiesta en FB, está Youtube. El fenómeno Youtube es particularmente interesante si lo miramos con ojos clínicos. Una plataforma de vídeo en la que cualquiera puede colgar contenido dentro de unas normas, es decir, cualquiera puede tener su propio programa de “televisión”. De entrada es una posibilidad bastante democrática para los egos de la gente y para la creatividad. El universo youtube es inmenso y para todo tipo de gustos, desde vídeos en los que se muestra cómo se desempaquetan productos, tutoriales sobre cómo hacer algo, recomendaciones de expertos, felicitaciones, vídeos musicales, etc es la pornografía de la vida cotidiana. Entronca con el universo de los reallity televisivos en los que se espectaculariza la vida de alguien que puede o no ser una celebrity, pero que en la mayoría de los casos lo será después de salir en la tele. En Youtube los youtubers diseñan y producen su programa que básicamente consiste en emitir su opinión sobre películas, libros, música, personajes públicos o lo que sea. Sin ánimo de hacer un estudio sociológico de este fenómeno, que seguro llegará a nuestras librerías bajo la publicación de alguna moderna editorial, es necesario reflexionar sobre la “generación youtuber” (El Rubius, Isa Calderón, Soy una pringada, Teruriru o la psicóloga que intenta conectar con la adolescencia mediante las redes: La psicowoman) y la dialéctica vouyerismo-exhibicionismo. Es intrigante cómo se ha desarrollado una subindustria paralela a la televisión y el cine que consiste en el ensalzamiento individual de algunos personajes y su visión del mundo; el espectáculo es uno/a mismo/a, y es precisamente la cantidad de seguidores (al igual que en instagram) el capital del youtuber, lo que da peso a la cosmovisión que ofrezcan, peso y dinero porque les permite oportunidades económicas y laborales. Sin ánimo tampoco de ser una abuela cebolleta, es necesario que nos preguntemos si esta cultura es un síntoma de una sociedad completamente narcisista o no lo es más que cuando comenzamos a ver personas por la tele. Si la libertad de expresión consiste en la creación continua de personajes que emitan opiniones convirtiéndose así (como los blogueros/as) en influencers, es decir, con capacidad para influir sobre las decisiones de otras personas. Si la natural necesidad de expresión humana debe obligatoriamente convertirse en espectáculo o en producto, o si es únicamente el formato lo que imprime solemnidad. Reflexionar también sobre las consecuencias del auge y declive de estas nuevas figuras que pueden, como fueron los juguetes rotos de los reality, ver su narcisismo inflado para caer en el olvido con la misma intensidad. No es necesario posicionarnos a favor ni en contra de youtube, instagram o de las redes sociales en general, posiblemente todos y todas las utilicemos para divertirnos, para relacionarnos, como medio de información, pero sí es muy necesario analizar qué valores se ponen en juego, qué síntomas se manifiestan y qué significado colectivo tienen estas representaciones y estos lenguajes. Si hablamos de terapia infantil y adolescente es completamente indispensable conocer estas nuevas formas de hablar, de entenderse, de relacionarse, porque dan cuenta de, como decíamos anteriormente, posiblemente viejos problemas con nuevos matices y nuevas formas de expresión y de relación.
Referencias:
Asociación Cyberbulling: http://www.ciberbullying.com/cyberbullying/que-es-el-ciberbullying/
Echeburua, E. De Corral, P. (2010) Adicción a las nuevas tecnologías y a las redes sociales en jóvenes: un nuevo reto. Revista Adicciones. Edición online, vol (22) nª 2 Recuperado de: http://www.redalyc.org/pdf/2891/289122889001.pdf
Estébanez, I (2012) Mi novio me controla: Violencia de género en las redes sociales. http://minoviomecontrola.com/ianire-estebanez/Ponencia.Del-amor-al-control-a-golpe-de-click.-La-violencia-de-genero-en-las-redes-sociales.Ianire-Estebanez.pdf
Informe Fundación ANAR: http://www.anar.org/wp-content/uploads/2016/09/Informe-Tel%C3%A9fono-ANAR-Violencia-G%C3%A9nero-2015..pdf
Informe Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad: https://www.poder-judicial.go.cr/observatoriodegenero/wp-content/uploads/2016/06/Ciberacoso-como-violencia-de-genero.pdf
Mujeres en Red. Revista online:http://www.mujeresenred.net/spip.php?article2082
Peukert, P., Sieslack, S., Barth, G., y Batra, A. (2010). Internet and computer game addiction: phenomenology, comorbidity, etiology, diagnostics and therapeutic implications for the addictives and their relatives. Psychiatr Prax, 37(5), 219-24
Rodríguez, A. et al (2012) Adicción a las nuevas tecnologías de la información y a la comunicación (NTICS) y ansiedad en adolescentes. International Journal of Development and Educational Psychology. INFAD año XXIV Vol 1. Numero 1 (2010 Recuperado de: http://dehesa.unex.es/bitstream/handle/10662/2707/0214-9877_2012_1_1_347.pdf?sequence=1