Ser para comunicar
Comunicar para expresar
Expresar para crear
Crear para crecer
Crecer para ser [1]
La búsqueda de respuestas es una actividad natural del ser humano, tendemos a dar sentido y significado a lo que percibimos, experienciamos y vivimos. En este mundo en constante cambio, a velocidades cada vez más vertiginosas, se hace presente la necesidad de una brújula que nos permita atravesar las circunstancias cambiantes y encontrar nuestra propia dirección. El proceso creativo consciente, atendiendo a las emociones como impulsoras del movimiento expresivo, aparece como una herramienta a compartir con todo aquel público que se encuentre en este camino de búsqueda. Vivimos una vida plena en la medida en que disponemos de una serie completa de instrumentos que concreten, simbolicen y expresen de algún modo nuestras experiencias.
Participar del proceso creativo, sea cual sea su canal – plástica, música, danza, escritura, audiovisual… – nos conecta con la energía creadora, constructiva, que transforma y nos transciende como individuos para aportar aquello que tenemos para comunicar.
Desde hace años vengo observando esta necesidad de dar salida a la expresión propia en los talleres de videocreación que facilito junto a una compañera, creadora audiovisual, a través del proyecto VideodinamizArte. Mi papel, como psicóloga y terapeuta Gestalt consiste en crear el contexto donde la persona pueda avanzar a través de las diferentes fases que atraviesan la aventura creativa y acompañar en los miedos, obstáculos y resistencias que surgen ante cualquier acto, como es el creador, que cuestione el orden establecido.
En este sentido reivindico la creatividad como herramienta disponible para que el público general pueda coger su papel activo en la búsqueda y descubrimiento de significado.
Se atribuye a Matisse la frase “a veces tengo que cambiar de lenguaje para organizarme”. En esta búsqueda de una organización interna podemos servirnos de la creatividad y la “traducción” que posibilitan las diferentes artes.
Los Artistas (con mayúsculas) tienen este recurso integrado, dan respuestas a sus preguntas internas a través de la producción artística. Y sin embargo la creatividad no es un terreno exclusivo de los artistas, desde la perspectiva humanista, Maslow distingue entre la creatividad debida a un talento especial y la creatividad de las personas que se autorrealizan. En estas personas se observa la capacidad de expresar sus propias ideas e impulsos sin reprimirlos. Según Maslow la expresión de Rogers «persona funcionando plenamente» es adecuada para describir este aspecto de la salud.
El acto de creación es una necesidad tan básica como respirar. Todos somos creativos y nos sentimos impulsados a crear, ya que la creatividad es una celebración de nuestra propia grandeza como seres capaces de generar algo único, personal e intransferible, algo auténticamente nuestro. Existe un impulso interno que nos apremia a arriesgarnos a proyectar la imagen más personal e idiosincrásica sobre los objetos, las palabras y otros símbolos, a encontrarnos con lo que nos rodea.
El encuentro terapéutico y más concretamente el planteado desde una vertiente artística, es considerado como el desarrollo de los aspectos saludables de la persona para vivenciar estados de plenitud a través del proceso creativo. La terapia guestáltica, enfoque desde el que trabajo, es un encuentro existencial entre personas, que permite al individuo “revelarse” a sí mismo en el proceso.
Tanto el acto creativo como la terapia suponen un encuentro en la medida en que la persona toma contacto con una realidad, interna o externa, cuyo resultado es la extracción de un tema significativo a tratar, para elaborarlo y concluir con el surgimiento de un nuevo concepto – símbolo en el acto creativo, “darse cuenta” en terapia –.
Esta unión de terapia y creación da lugar a la terapia creativa definida por Joseph Zinker[2] como “un encuentro, un proceso de crecimiento, un acontecimiento de resolución de problemas, una forma especial de aprendizaje y una exploración de toda la gama de nuestras aspiraciones a la metamorfosis y la dominación”.
El proceso creativo nos permite expresarnos y examinar el contenido y las dimensiones de nuestra vida interior. En la medida en que el proceso creativo es una vía para la resolución e integración de conflictos internos es terapéutico por sí mismo.
La creación es un encuentro con dirección propia. Parte del contacto con una realidad interna, aquella que se hace presente en el aquí y ahora, que primero capta nuestra atención y nos mueve a darle forma, haciéndonos conscientes de lo relevante para nosotros mismos.
En cierta manera creamos constantemente nuestro propio mundo, a partir del punto de vista único e intransferible que cada uno deposita sobre la “realidad” observada. Cada mirada – entiéndase como frontera de contacto entre el organismo y el entorno – lleva un “filtro” particular que nos hace configurar, percibir, dicho entorno en función de nuestra realidad interna. El observador es inseparable de lo observado, ya que la creación de la figura que reclama nuestra atención se separa del fondo en función de nuestra experiencia, que es particular y única. Así toda observación pasa a ser autorreferencial, pues dice más del observador que de lo observado.
Es ahí donde se manifiesta el sí mismo, en la frontera de contacto entre lo que artificialmente podemos llamar dentro y fuera, organismo-entorno. En Gestalt, el Self o sí mismo es concebido, no como una estructura, sino como un proceso dinámico que se concretaría en el sistema de ajustes creativos. Este ajuste creativo en la relación individuo-entorno supone una capacidad instrínseca de la persona para interactuar con aquello que le rodea y llegar a un “darse cuenta” del modo en que puede satisfacer su necesidad a través de ese mismo entorno. Partimos por lo tanto de la tendencia natural del organismo a la autorregulación, a ajustarse de forma creativa al entorno para encontrar nuevas soluciones. La confianza en la posibilidad de la persona para encontrar respuestas a su conflicto está en la base del acompañamiento guestáltico.
Cuando esta tendencia natural no fluye no es porque no exista, sino porque las energías de la persona están centradas en mantener los ajustes previos, conservadores, aprendidos pero desactualizados, que no sirven para dar salida a la necesidad presente.
La toma de conciencia de ese “filtro” personal a través del que nos llega la “realidad” en cada momento es un primer paso para flexibilizar y ampliar las posibilidades, a la hora de crear y de vivir. El diálogo y el encuentro grupal posibilita un espacio seguro donde deconstruir lo que “somos”, lo que “es así”, viendo otras posibilidades y poder reconfigurarlo, re-crearlo, en función de la necesidad interna actual.
Desde ahí tiene sentido la facilitación de los procesos creativos, puesto que si bien existe esa potencialidad innata para este acto creador, a menudo se presentan obstáculos que tienden a frenarlo.
Crear implica romper una barrera protectora, la de lo conocido, para aventurarse en un territorio desconocido. Según mi experiencia, las personas que se aproximan a un espacio donde se propone la creación contactan inicialmente con el miedo: a no saber, a no poder, a mostrarse…
Hay un acto de valentía en confiar, en soltar el control habitual y dejarse guiar, primero por quien promueve el encuentro, después por los iguales que comparten la experiencia y finalmente por uno mismo, que es quien en último término posee la respuesta.
Para ello es fundamental crear un espacio seguro, donde el proceso es tan o más importante que el resultado y el respeto y no-juicio esté presente. Hay que tener en cuenta que en muchas ocasiones es la primera vez que los participantes se animan a explorar la creatividad, y como decíamos no parten de una identificación de sí mismos como artistas, por lo que las expectativas y el historial de críticas que nos han impactado emocionalmente aflora en los primeros momentos. Es por lo tanto el momento de promover experiencias que permitan reconectar con la actitud de juego, de curiosidad, de asombro, con el espíritu infantil y la espontaneidad que hemos ido perdiendo en el proceso de educación y de socialización.
Comenzar a mostrarse a través de sus gustos y preferencias estéticas es uno de los pasos necesarios, tanto para establecer los vínculos grupales, como para que las facilitadoras se aproximen a su manera de mirar el mundo, teniendo en cuenta los referentes de los que parte la persona, que son claves para la construcción particular de su mundo interno.
Creados estos vínculos y establecido un contexto acogedor para las personas que participan en este proceso, llega la hora de darle espacio a las emociones, que son las que fundamentalmente guiarán el proceso.
El arte no deja de ser una vía privilegiada para traducir las emociones. Sin emoción no hay creación, quizás haya producción, pero no autenticidad.
La palabra emoción proviene del latín ex-movere, que significa mover fuera de sí, hacia el mundo exterior, sacar fuera, propulsar. Introduce así, de entrada, un movimiento de dentro a fuera, que conecta al organismo con su entorno. El sujeto se encuentra propulsado fuera de sí mismo, franqueando un obstáculo, rebasando un límite para moverse – si todo funciona de forma saludable – hacia lo que satisfará su necesidad.
En las emociones se condensa la excitación que nos pone en movimiento, que posibilita la acción y da dirección, organiza los recursos para encontrar la respuesta que necesita el organismo.
El posibilitar la apertura al contacto emocional y tomarlo como guía para la creación es la tarea que facilitamos en estos espacios y lo que garantiza la autenticidad y valor intrínseco de la producción final.
Al utilizar el arte o proceso creativo en terapia no valoramos el resultado en función de lo estético, sino en cuanto a lo significativo de proceso para la persona. Es ella quien ha de encontrar las certezas internas, confiando en la propia experiencia.
Cada persona llegará a donde quiera y pueda, respetando los ritmos personales, sin intentar comprender el sentido del proceso, simplemente confiando en él. Se trata de mantenerse conectado con las posibilidades autoorganizadoras de los sistemas, en atención estricta al presente. Observando cada uno de los elementos que aparecen, cada uno de los signos que libera, confiando en que ciertas direcciones se harán prevalentes.
Esta es una de las etapas del proceso creativo que más me admiran. Esa claridad surgida desde lo interno, sin saber muy bien cómo y a la vez sin ninguna duda, donde es la acción quien toma el mando y resuelve. Cuando la persona está conectada con su emoción, el significado aparece, la figura toma su forma frente al fondo. Se presenta delante de nosotros y no hay quien pueda cuestionarla, es la verdad interna, la que nos es útil aquí y ahora. Cuando se prepara el terreno, la herramienta funciona sola.
La labor de la facilitación consiste en atravesar el proceso, manteniendo el estado de inocencia y de atención ya que muchas ansiedades tentarán a la fuga, al pánico, a la desesperanza o al control por caminos ya conocidos. Apoyar y dar contención a la incertidumbre en las primeras etapas posibilitará la transformación de patrones habituales y la recuperación del potencial que nos pertenece.
Otro elemento fundamental que presenta el proceso creativo es el hecho de ser autor/a y la responsabilidad – entendida como “habilidad” de respuesta –. Los procesos creativos que acompañamos son individuales, aunque se generen en un espacio grupal. Cada persona se compromete con su proceso, ya que su mirada es única e intransferible, también lo es el desarrollo y la materialización de la misma. La facilitación y el grupo sirven como soporte, si bien la toma de decisiones depende del criterio del autor/a, asumiendo su papel en la creación, lo que tiene resonancia en su vida.
Y llegamos a la última fase, la culminación del proceso creativo de diálogo con el propio sí mismo, en un resultado final. La materialización en una obra concreta posibilita ponerse frente a esa “revelación”, para recoger el mensaje que cada uno se manda a sí mismo. La respuesta final se da en la integración de la proyección creativa. Vemos lo que estamos preparados para ver, de forma que la persona va a elaborar un material que está preparado para recibir e integrar. Es por tanto ella misma quien ha de tomar de la creación el mensaje que le comunica, vinculándolo con su vida. En este punto la facilitación se ayuda de herramientas guestálticas para tomar lo obvio del mensaje, haciéndonos finalmente, conscientes del filtro inicial, de la necesidad desde la que hemos creado.
[1] Patxi del Campo
[2] ZINKER, J. (1977) El proceso creativo en la terapia guestáltica. Buenos Aires, Paidós.