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Nos reunimos. Hay un músico, a veces callejero, un cocinero que prepara catering temáticos, la actriz del grupo, la que dibuja sobre cerámica, el periodista libre que escribe en unos cuantos medios, la escritora que sonríe con los ojos y el director de documentales que gritan.
Charlamos de las pausas, de lo efímero, de lo inacabado que tenemos entre manos, de cómo nos hemos acostumbrado al cambio constante y al insistente deseo de estar siempre en movimiento.
Hemos improvisado una mesa en la terraza, todavía se disfruta de una temperatura agradable por la noche, sobre todo si cubrimos nuestros hombros con un suave pañuelo.
Se agradece el ambiente bucólico para hablar de lo cotidiano. Insistimos en la belleza de las plantas que nos rodean, en el silencio que aporta subir a los tejados, en la luna que empieza a empequeñecer tímidamente mientras compite con un par de farolillos de rasgos árabes.
Surgen preguntas como si no nos conociéramos tanto: ¿Cuándo? ¿Por qué? ¿No te agobias más ahora que tienes hijos? ¿Te imaginas haciendo otra cosa?
Nos empeñamos en convencernos de que con cuatro cosas vivimos, que lo necesario es poco, todo este buen rollo de vivir con lo mínimo.
DeCrecer, feo verbo cuando se habla de uno mismo.
Tener un techo, comida, amigos y ser feliz; agradecer. Pero nadie viene a este mundo solamente a subsistir.
Queremos tener tiempo para amar, bailar, leer, no hacer nada, mirar. Queremos dinero para caprichos, locuras, regalos y placeres innecesarios.
Nos empeñamos en que ser pequeños es suficiente pero todos queremos ser grandes y estar cómodos.
Resulta que lo NO necesario, paradójicamente, es imprescindible.
Imaginad un mundo en blanco y negro, sin música, sin libros, sin teatro, sin restaurantes, sin cine, donde lo práctico sustituye a lo bello… un mundo donde solo se preste atención a lo básico, donde lo extraordinario se borre para poder ver el resto, una ciudad uniforme (fea palabra) que solo da lo que se espera de ella, que jamás sorprende.
¿Creéis que se valora más lo pequeño cuando se deja de creer en los tesoros?
Fotografía de Silvia Igualador
«Tejados & Terrazas»